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Foto de referencia. Migración Colombia tramitó la deportación de la colombiana Echeverría desde Suiza. | Foto: Archivo de El País

Despelote electoral

Menudo favor le hace a la democracia la multiplicación de listas al Congreso a la que se le suma la nueva modalidad de las coaliciones presidenciales

24 de febrero de 2022 Por: Vicky Perea García

Menudo favor le hace a la democracia la multiplicación de listas al Congreso a la que se le suma la nueva modalidad de las coaliciones presidenciales para las elecciones del próximo 13 de marzo. Y muy especialmente el escenario de pesimismo y decepción como el que muestran las encuestas que no dejan títere con cabeza ni frente a los supuestos líderes ni a las instituciones. Encuestas que muestran a un único ganador: la corrupción. El 95% de los consultados la percibe in crescendo, y de lejos, el mayor programa del país.

Así llegamos a unas elecciones con 934 inscritos para escoger 108 senadores y 1498 personas para elegir 172 representantes. Y tres coaliciones de las que saldrán sendos candidatos presidenciales para completar una lista de al menos siete contrincantes en las elecciones del próximo 29 de mayo.

Las coaliciones, un esperpento recién inventado, cuya lógica aún no se comprende, abrieron las puertas a una suerte de primera vuelta presidencial. A excepción de la del Pacto Histórico, donde Petro mangonea y aprovechará el invento que conoce desde hace cuatro años y que aprovechará como mecanismo de financiación de su campaña -el Estado reconoce $1800 por cada voto-, las otras dos coaliciones aún no se consolidan con un programa y una estrategia electoral unificada dejando la impresión de estar más bien en un ring de boxeo, con candidatos que entran y salen.

Los partidos operaban de alguna manera en el pasado como colectividades organizadas con ideologías y programas claros, con propuestas y una disciplina interna que terminaron reemplazados por microempresas unipersonales, en las que cada quien hace lo que puede, en solitario, en su región, sin apoyos pero tampoco con obligación de rendir cuentas. Los avales quedan en manos del manejo del gran jefe que decide hasta el orden de la lista con criterios arbitrarios, personalistas e inclusive corruptos.

Los partidos nacen en la Revolución Francesa con un propósito bien distinto, y era el de agrupar a quienes competirían por un poder que ya no sería divino ni monárquico, sino ciudadano. Pero estos se fueron aislando de la ciudadanía para terminar encerrados en sí mismos y capturados por políticos profesionales que terminan reeligiéndose indefinidamente y que salvo en tiempos electorales, olvidan a sus electores cuyos intereses deben y dicen representar.

El ejemplo mayor de esta decadencia es lo que ilustra el expresidente César Gaviria, quien maneja el otrora gran Partido Liberal como su propio coto de caza, de la mano de su hijo Simón. Basta ver la manera despreciativa como se expresa de sus propios alfiles electorales, unos vasallos que están allí solo para asegurar el peso parlamentario que permita manipular nombramientos y contratos en la macabra relación de tome y dame con el Presidente de turno. Configura el más crudo ejemplo de cinismo autoritario borrando la idea del partido como expresión y concreción de ideales y visiones de la sociedad por la cual votan los electores.

Qué lejos estamos de este propósito, razón principal del despelote reinante que arrastra la apatía y el desprecio por la llamada clase política que debía de estar conformada por ilustres ciudadanos, ejemplares y no por mediocres, por no decir pícaros, salvo contadas excepciones.

Sigue en Twitter @elvira_bonilla