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Delirio y soberbia presidencial

Nada ha resultado más aparatoso y caótico que la salida de Donald Trump de la Casa Blanca que se materializará solo el próximo 20 de enero.

3 de diciembre de 2020 Por: Vicky Perea García

Nada ha resultado más aparatoso y caótico que la salida de Donald Trump de la Casa Blanca que se materializará solo el próximo 20 de enero. No solo ‘peló el cobre’ sino que puso en evidencia su incapacidad para asumir la frustración normal después de una derrota. Se empecina en aferrarse a su inmenso universo de mentiras construido y pretende envolver en su delirante película a sus 80 millones de seguidores de Twitter, con quienes se conecta al menos cinco veces al día para mantenerlos en pie de guerra.

Ha logrado recoger 170 millones de dólares en donaciones de particulares para pagar los abogados que deben demandar un supuesto fraude, que no han podido demostrar en ninguna instancia judicial; lo único claro es que Trump insistirá en ello hasta el último momento, para mantener la militancia de sus bases electorales.

Este sainete delirante está acompañado de su irresponsabilidad al desatender la emergencia de salud pública de su país, acorralado por la pandemia galopante en contagios y muertes: 100 mil norteamericanos hospitalizados y más de 150.000 casos y hasta 2.500 fallecimientos diarios, que Trump simplemente ignora. Los hechos fácticos, las evidencias, la verdad objetiva que proporciona la ciencia, para él no existen, simplemente la desconoce. Y punto.

Y en medio de este caos va quedando claro algo insólito, es el omnímodo poder presidencial, que se expresa en la atribución constitucional y absolutamente discrecional para que el jefe de Estados pueda perdonar delitos de quienes a bien considere. En este punto la Constitución coloca al Poder Ejecutivo por encima del Judicial. Trump promete ejercer este derecho al límite, como todo lo suyo, con cinismo, con descaro, con soberbia.

Se conocen las consultas que ya ha hecho a su abogado Rudy Giuliani -hoy una caricatura de quien fuera el valioso alcalde de Nueva York que enfrentó el 11 de septiembre-, quien además sería uno de los perdonados. Trump está buscando la manera de blindar a futuro a sus hijos Donald, Eric e Ivanka y a su esposo Jared Kushner quienes además se han desempeñado como asesores de la Casa Blanca, previendo posibles acusaciones criminales contra ellos. Incluso se habla de una situación insospechada por los ‘padres fundadores’, redactores de la Constitución: que el Presidente en ejercicio se perdone a sí mismo. En la lista estarían sus amigotes cómplices de la trama rusa, que buscaban interferir las elecciones del 2016, para atravesársele a Hillary Clinton; y también en otra jugada sucia con el presidente de Ucrania, en este caso para golpear a Hunter Biden.

Son una muestra más del nivel de inmoralidad, de irrespeto a la línea que traza la legalidad, en el cual sumió Trump a la institución presidencial de la primera potencia del mundo. Hablar de perdón es referirse a hechos punibles, que en el caso de su familia, el Presidente acepta de antemano.
Para Estados Unidos y el mundo, atrapados en el delirio del hombre más poderoso del mundo, en buena hora y en mucho por cuenta del covid, llega en enero a la presidencia norteamericana el demócrata Joe Biden quien ha hecho despliegue de mesura y sensatez con el cual se anuncia un horizonte bien diferente. Por el momento ya logró atajar el terremoto post-electoral desatado por su antecesor.

Sigue en Twitter @elvira_bonilla