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Cuando la política entusiasma

Tuve la suerte de estar en Barcelona en el mitin de cierre...

17 de junio de 2016 Por: María Elvira Bonilla

Tuve la suerte de estar en Barcelona en el mitin de cierre de campaña de Unidos Podemos, la coalición de centro izquierda de cara a las elecciones presidenciales del próximo 26 de junio.En una tarima delante del arco del triunfo frente al paseo Lluis Companys, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, presidió el acto donde imperaban las banderas republicanas. Empezando por ella, todos bordean o son menores de cuarenta años, y como la Colau es la expresión última, en la política, de los indignados, que nacieron en la crisis económica, política y social de una España reventada por el manejo irresponsable y la corrupción que la puso al borde del colapso, en una situación comparable a la del rescate griego. Ada Colau, una abogada de 42 años, se hizo como una líder social a lado de los afectados por las hipotecas inmobiliarias, una resistente que impidió que miles de catalanes, ahogados por las deudas, perdieran sus viviendas. La Colau como todos en la tribuna, rompe con los estereotipos clichés de lo femenino y de los políticos; sólida como un tanque de guerra que no hace concesiones y va al grano sin demagogias ni retórica. Igual la joven dirigente Mónica Oltra, quien logró llevar a los valencianos a salir de veinte años de control del Partido Popular que condujeron a la hecatombe. Estaban allí, claro, como plato de fondo los líderes de Podemos, Pablo Iglesias e Iñigo Errejón, dos economistas sin experiencia previa en política, que han logrado llevar esta fuerza, en solo tres años, a competir con los grandes y ser una variable imprescindible para formar gobierno.El grito contra la corrupción y los abusos del sector financiero retumban en España como también el debate sobre las reformas sociales y la atención obligada a los más golpeados, jóvenes y ancianos empobrecidos en la crisis que enriqueció a un puñado. Independiente del contenido de las propuestas de estos nobeles políticos aquello que impacta es el talante, el tono, la vehemencia y sobretodo la convicción. Una convicción que energiza y conecta con la gente. Una convicción que revitaliza la política.Era inevitable poner a andar la máquina del tiempo y recordar aquellos días de un Felipe González vigoroso y esperanzador, lleno de fuerza, estrenando democracia a comienzos de los años 80. Sepultó con su gracia sevillana el vetusto régimen franquista que pataleaba agónicamente. Eran tiempos de ilusión. Muchos de quienes creyeron en él y en el Partido Obrero Socialista acompañan la causa de Podemos con lo cual el Psoe pasará a ser la tercera fuerza política de España. Y se lo merecen.Su líder histórico, Felipe González, forma ahora parte del viejo establecimiento político envilecido. Su físico decadente y su lujuria no lo traicionan: sacrificó los ideales por la plata, por los millones de Carlos Slim -a quien asesora sin pudor- y se convirtió igual que Tony Blair y Bill Clinton en el adalid de la funesta tenaza de política y negocios, sofisticada corrupción de cuello blanco blindada de la lupa de la justicia, que tiene desfondado el mundo.Un fresco recorre la política española y no solo en la coalición de Unidos Podemos. Un aire de cambio que contrasta con el desangelado escenario al que estamos enfrentados los colombianos, teñido de personalismos obtusos en un momento propicio para la esperanza.Sigue en Twitter @elvira_bonilla