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Conversar como espectáculo

En un ejercicio que bien podría replicarse, sin tanta parafernalia, en las...

28 de enero de 2011 Por: María Elvira Bonilla

En un ejercicio que bien podría replicarse, sin tanta parafernalia, en las distintas ciudades de Colombia, se reúnen anualmente en Cartagena escritores y entrevistadores a conversar. Tres días de charlas en diversos escenarios en los que el público vuelve el diálogo alrededor de las ideas, un espectáculo para escuchar. Es el Hay Festival, una experiencia cultural que se repite en distintas capitales del mundo.El diálogo con un escritor, cuando fluye, puede ser muy enriquecedor. Han pasado por la prueba de entrar en contacto consigo mismos y con la experiencia de escribir, un libro, un poema. Un escritor se pasa los años, como dice el Premio Nobel Pamuk, descubriendo pacientemente su segundo ser dentro de sí y el mundo que lo hace ser lo que es. Personas que se pasan los días encerrados en un cuarto, frente a un papel en blanco, un lápiz, una máquina de escribir, un computador y, poco a poco, construyen un mundo nuevo con palabras. Son jornadas largas de incomunicación, de paradas a fumar, a mirar por la ventana, de observar y, en muchas ocasiones, de mucha angustia. Angustia porque entran en contacto con sentimientos profundos, con emociones que la mayoría de la gente quisiera borrar, olvidar. Es un ejercicio de bucear internamente y entrar en contacto con sentimientos, miedos, fantasmas. Porque se trata de ir con paciencia dentro de sí, para sacar con pinzas y darle forma, a través de las sílabas y las oraciones, a momentos con los que los seres humanos pueden identificarse en cualquier lugar del mundo. Por eso se pueden sentar personas con experiencias completamente disímiles a conversar alrededor de un libro. Porque es una experiencia universal que genera otra forma de comunicación entre los seres humanos. “Mientras me siento en mi mesa por días, meses, años, con morosidad, agregando nuevas palabras a la página vacía, me siento creando un mundo nuevo, del mismo modo en que alguien construye un puente o un domo, piedra a piedra”, dice Pamuk sobre su experiencia como escritor. “El secreto no está en la inspiración -pues no se sabe con claridad su procedencia-, todo se lo debo a la terquedad, a la paciencia. Como si se tratara de cavar un pozo con una aguja”. “Una vez nos encerramos, descubrimos que no estamos tan solos como pensábamos. Estamos en compañía de las palabras de los que estuvieron antes que nosotros, de las historias de otras gentes, las palabras de otras personas, aquello que llamamos tradición. Creo en la literatura como el tesoro más valioso acumulado por la humanidad en su búsqueda por entenderse. Sociedades, tribus y gentes crecen en inteligencia y avanzan”. “Para mi ser escritor”, dice, “es reconocer las heridas secretas cargadas dentro de nosotros, heridas tan ocultas que apenas tenemos conocimiento de ellas y exploramos con paciencia, las conocemos, las iluminamos para poseer estos dolores y lograr que tomen forma en personajes y situaciones que le den goce a los lectores”. El Hay Festival reúne gente afín a experiencias vitales a las de Pamuk. Personas que abundan, probablemente sin tanta elaboración, en todos los rincones de Colombia y que bien podrían identificarse para amplificar estos diálogos y alimentar el alma, que a veces se queda estéril, bombardeada por la cruda realidad.