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Cantar el voto

Difícil una campaña presidencial más polarizadora, más maniquea y con mayor fuerza...

5 de junio de 2014 Por: María Elvira Bonilla

Difícil una campaña presidencial más polarizadora, más maniquea y con mayor fuerza estigmatizadora frente a las posiciones que se aparten del unanimismo que se ha tomado las secciones de opinión de la gran prensa. La obligación de los columnistas es aportar elementos de reflexión y análisis de los hechos de la realidad, posición que no puede confundirse con esa tentación tan colombiana de sentar cátedra y mucho menos la de inducir a tomar determinadas actitudes políticas. No he sido amiga de cantar el voto, pero es tal la radicalización de posiciones que esta vez lo haga para despejar dudas y confusiones.En una columna publicada el domingo pasado en El Espectador titulada 'Por qué no creo en Santos' expresé mis punto de vista crítico frente a la manera de gobernar el Presidente, que considero poco coherente y muchas veces hasta contradictoria entre los enunciados y las ejecuciones. Un gobernante sin una línea de acción consistente que construye expectativas que se ejecutan a medias como ha ocurrido con la Ley de víctimas y restitución de tierras que cumple tres años de haber sido firmada con Ban ki-moon el secretario de la ONU como testigo, sino que es incluso capaz de enterrar sus promesas como pasó con la reforma de la justicia o dejarlas agonizar hasta su muerte como acaba de suceder con la reforma a la salud. La conclusión es que contamos con un gobernante que no genera confianza. Actúa sin convicciones al vaivén de la gobernabilidad que le pueden asegurar coyunturalmente los parlamentarios que lo han acompañado interesadamente durante su cuatrienio, reunidos en la variopinta y enmermelada Unidad Nacional.Y no es solo a mi a quien no le inspira confianza. Esta es quizás la razón que explica el porqué no consigue despegar en el camino hacia su reelección, un hecho insólito para un candidato que cuenta con todas las gabelas que da el poder presidencial.Pero no creer en Santos no significa no estar de acuerdo con la paz y me rebelo a dejarme encasillar en el falso dilema de Santos o la guerra. Paradójicamente quien ha hecho de la paz su bandera electoral no ha logrado durante tres años convencer ni movilizar al país todo, como se necesita, alrededor de los acuerdos de La Habana. De haberlo logrado se habría convertido en el líder del sueño nacional y habría logrado su reelección sin necesidad de hacer campaña.La paz solo se hará realidad cuando sea un clamor ciudadano, cuando la gente y los gobernantes la defiendan no por el afán electoral sino a conciencia y se movilice, como ocurrió hace 12 años cuando lo hicieron mayoritariamente para pedir mano dura y guerra total a las Farc.Sobra decir que he sido una convencida, por décadas, de la salida negociada al conflicto y cuando las circunstancias lo han permitido he apoyado con entusiasmo distintos intentos de búsqueda. Pero en la actual coyuntura electoral me voy con el voto en blanco. Independiente de cualquier consideración de pragmatismo político, el voto en blanco tiene un sentido. Expresa una postura, un descontento, un malestar frente a prácticas cuestionables, antidemocráticas, abusivas. Es un castigo a quienes habiendo tenido el poder y la oportunidad de contribuir a construir un mejor país para todos no lo han hecho.