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Brindar por brindar

Los planes de futuro cada vez se vuelven más efímeros porque en estos tiempos cambiantes e impredecibles los acontecimientos se encargan casi siempre de hacerlos trizas.

29 de diciembre de 2017 Por: María Elvira Bonilla

Suelo más bien, en estas fechas, pensar para adelante. Olvidarme de los malos ratos, inevitables en la vida de todos y tratar al máximo, porque odio los balances de fin de año personales o colectivos y muchos más los del país.

Los planes de futuro cada vez se vuelven más efímeros porque en estos tiempos cambiantes e impredecibles los acontecimientos se encargan casi siempre de hacerlos trizas. Son solo grandes trazos los que se pueden delinear en un aprendizaje cotidiano por aprender a vivir el aquí y ahora. Así que me he atrevido en esta columna a compartir un aparte del brindis de Mex Urtizberea que suena bien.

Brindemos por brindar.

Que todo el mundo brinde lo mejor que tenga para brindar.

Que cada uno brinde su aporte.

Que el mundo brinde oportunidades.

Que los sueños brinden realidad; que la realidad brinde algunos sueños.

Que las fronteras no brinden muros; que a las víctimas se les brinde justicia.

Que los lectores sigan brindando su tiempo para la lectura.

Que los libros brinden libertad.

Que la historia brinde lecciones.

Que la naturaleza nos brinde sus disculpas y nosotros a ella.

Que los gobernantes se brinden a los ciudadanos.

Que las personas se brinden confianza; que los que se brinden por entero al prójimo sean festejados.

Que a nadie le falte un festejante con quien brindar.

Que el pasado nos brinde experiencia, que la experiencia no nos brinde sólo canas.

Que brindar por la paz sea más que una frase hecha.

Que la política brinde la posibilidad de evitar las guerras.

Que la vida nos brinde siempre otra oportunidad.

Brindemos todo lo que podamos brindar.

Brindemos por un tiempo mejor.

***

Adendum. Traicionando mi compromiso de no hacer balances, no pude escapar a la tentación de expresar dos frustraciones. Tal vez lo que más siento de este año que termina es que el Congreso se haya negado a aprobar las 16 curules para los colombianos de la periferia, para las víctimas, los que llevan con el peso del silencio centurias de aislamiento y marginalidad. Su voz es necesaria, indispensable para entendernos mejor como país y actuar con menos indolencia e indiferencia y reconciliarnos algún día como sociedad. ¡Que cobardía! Ahí están pintados los padres de la patria.

Y en lo cultural, lamento que el libro epistolar, la compilación de cartas de Andrés Caicedo, no haya podido ver la luz. Cartas potentes y profundas, buena parte de ellas de libre acceso en la Biblioteca Luis Ángel Arango y que la prestigiosa editorial Fondo de Cultura de México había preparado en una gran edición conmemorativa de los 40 años de su muerte. La mayoría de su familia se atravesó en este empeñó editorial por una razón callada: miedo a la verdad de un sentimiento; a desnudar esa mirada íntima, original y transgresora de Andrés, que siempre estorbó.

Una censura, arbitraria e inaudita como todas las censuras, que contrasta con la publicación libre y gratuita de los manuscritos completos, cartas, notas, comentarios a mano alzada de la obra completa de Gabriel García Márquez que la Universidad de Texas acaba de entregarle al mundo con la convicción de que el trabajo de un autor fallecido es universal y solo le pertenece a él y a sus lectores porque el sentido último de su existencia es el de ser leído y permanecer a través de sus palabras.

Sigue en Twitter @elvira_bonilla