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La deslegitimación de Israel y el odio a lo judío son dos caras de la misma moneda.

10 de mayo de 2022 Por: Marcos Peckel

En momentos que Israel enfrenta una ola de terrorismo palestino que en las últimas semanas ha cobrado la vida de numerosas personas, pareciera que paralelamente se ha lanzado una compaña concertada para deslegitimar al Estado judío, de paso fomentando el odio contra los judíos, en diversos lugares del planeta, físicos y virtuales. Una campaña bien aceitada, basada en mentiras, tergiversaciones y acusaciones espurias que tiene como uno de sus objetivos presentar a Israel como un Estado apartheid, en contravía de la realidad que demuestra todo lo contrario.

Informes evidentemente coordinados de Human Rights Watch, cuyo sesgo y obsesión anti-Israel es conocida, y Amnistía internacional, acusan a Israel del crimen de apartheid, ignorando convenientemente el terrorismo que azota a los ciudadanos israelíes, judíos y árabes y soslayando la incitación al odio antijudío que emana del liderazgo palestino tanto en Gaza como en Cisjordania. Ver las celebraciones en Gaza, con niños incluidos, cada que civiles israelíes mueren en un atentado terrorista, debería causar repudio.

Días atrás en esa ‘catedral del saber’, la Universidad de Harvard, su periódico estudiantil, The Crimson, adhería al movimiento antisemita BDS -boicot, desinversión y sanciones-, que promueve el boicot a Israel y a todo lo israelí, productos y personas, emulado el ‘no compre donde los judíos’ que promovían los nazis en la Alemania de los años 30. BDS representa los más ‘granado’ del antisemitismo actual, promueve la desaparición de Israel y ha sido acusado de antisemitismo por los parlamentos alemán, austriaco, y varios Estados en Estados Unidos. El BDS comienza, pero no termina con Israel, pues son varias las instancias en que ha promovido el boicot a personalidades y negocios judíos no israelíes.

La pasada semana en una columna de opinión publicada en El País de España, el expresidente y premio Nobel de Paz, Juan Manuel Santos, torciendo los hechos, equiparando a Israel con Rusia y hablando en nombre de la organización ‘The Elders’, insinuaba que se está considerando acusar a Israel de apartheid. Preside esa organización Mary Robinson, quien, en su calidad de comisionada de Naciones Unidad contra el racismo, encabezó la infausta conferencia de Durban, Suráfrica en 2001, que se constituyó en un linchamiento contra Israel y el pueblo judío y en el mayor festival antisemita desde que se apagaron los crematorios en 1945. Las organizaciones judías presentes tuvieron que abandonar el encuentro ante las amenazas a la integridad personal de sus representantes.

Nada le ha hecho más daño a la causa palestina que convertirla en una cruzada de odio a Israel, como lo han hecho los líderes palestinos y varias de las organizaciones que dicen apoyarlos.

Al momento de escribir esta columna se juramentaba en Israel un juez árabe musulmán en la corte suprema de justicia del país. Fue un colega suyo, un magistrado árabe cristiano, quien envió a la cárcel a un presidente en ejercicio de Israel acusado de violación. En cualquier hospital de Israel, la mayoría de doctores y personal médico son árabes.
El gobierno de Israel ha invertido ingentes recursos para promover la participación árabe en el sector de alta tecnología de Israel con resultados evidentes. Solo algunos ejemplos. Nada más lejos del apartheid.

Semejante andanada contra el Estado Judío, el creciente antisemitismo en Europa y Norteamérica, el resurgir de teorías conspiratorias y ataques a instituciones y personas judías en diversos lugares, pareciera configurar una tendencia hábilmente orquestada que encuentra en las redes sociales una de sus más efectivas plataformas. La deslegitimación de Israel y el odio a lo judío son dos caras de la misma moneda. Una destinada al fracaso y al basurero de la historia.

Sigue en Twitter @marcospeckel