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¿Qué es el centro?

‘Centro’ es quizás la palabra que más se ha escuchado en las últimas horas en nuestro país en referencia a nuestra jornada electoral y los seis millones de votos que quedaron ‘ensandwichados’ entre Duque y Petro

29 de mayo de 2018 Por: Marcos Peckel

‘Centro’ es quizás la palabra que más se ha escuchado en las últimas horas en nuestro país en referencia a nuestra jornada electoral y los seis millones de votos que quedaron ‘ensandwichados’ entre Duque y Petro tras la pasada primera vuelta. Habría que comenzar preguntando si el ‘tal centro’ existe o corresponde a una posición equidistante, gris, insípida, cómoda, insulsa, desabrida, incolora. ¿Acaso representa posturas firmes en temas de la agenda o simplemente está en contra de las que exhiben las que están a sus lados? ¿Constituye el centro una viabilidad política o es simplemente temporal, un limbo?

Con la creciente polarización que se está dando en las sociedades occidentales frente a diversos temas: emigración, refugiados, política monetaria, gasto público, distribución de la riqueza, modelo del Estado, tamaño del gobierno, libertades, diversidad, libre comercio, equidad, etc., han aparecido fuerzas que se autodenominan ‘centro radical’ cuyos mayores exponentes globales son quizás el presidente francés Emmanuel Macron y el primer ministro de Canadá Justin Trudeau.

Estos centristas de nuevo cuño buscan encontrar el tamaño perfecto del Estado, un balance entre libre mercado y regulación, un modelo tributario redistributivo, pero que no estrangule, un sistema financiero accesible a todos pero que sea rentable y sostenible, puertas abiertas a la emigración sin que se amenace la cohesión nacional, proveer educación de calidad a todos pero tener opciones diferenciadoras para los más capaces y de habilidades especiales, ofrecer un sistema de salud universal con opciones VIP para aquellos que pueden costearlas, mantener un estado de bienestar responsable alejado del asistencialismo. Los nuevos centristas buscan proyectar una imagen de decentes, anticorruptos, modernos, sensibles a la gente.

En últimas el centro es buscar equilibrios que están siendo jalonados por los extremos, es establecer un compromiso permanente entre lo realizable y lo deseable para evitar caer en el populismo y no desgajar el modelo económico. Para que un centro tenga viabilidad en un Estado moderno debe partir de unas premisas básicas, sapos si se quiere, sin los cuales el modelo colapsa: independencia absoluta del banco central, atajar la inflación, respetar la propiedad privada productiva, promover la iniciativa privada, mantener la solidez del sistema financiero, seguridad jurídica a los inversionistas, tributación efectiva, eficiente y sin privilegios innecesarios.

El centro poco atrae, busca parecer apolítico, es sumamente volátil, no ofrece la misma motivación emocional que los extremos y sus miembros son fácil presa de estos. Los partidos centristas tienen poca duración, mutan con el tiempo y las circunstancias, nacen, mueren y vuelven a nacer. Por el contrario, las personas que hacen política de convicciones fuertes, con el corazón o con ‘las tripas’, defienden causas con las que sienten una profunda identificación y que generan una contra causa, otro extremo. Qué motivación puede tener un ciudadano para defender ‘con el alma’ la independencia del banco central, comparado con uno que afectado por la pobreza defiende la causa de los pobres favoreciendo subsidios, ayudas, ‘impuestos a los ricos’, incluso expropiación. O la motivación, llámese racismo o xenofobia, que germina de las entrañas para combatir ‘al otro’, al emigrante, al diferente, al de otra religión, otra raza, otra estirpe. En sociedades que han sufrido conflictos internos, la polarización es natural por las cicatrices que dejan las guerras y los compromisos que hubo que hacer para acabarlas. Duro reto para el centro.

El populismo y la demagogia acosan a los centristas, les buscan su punto de quiebre para atraerlos con espejitos, para una vez en el poder, aniquilarlos.

Sigue en Twitter @marcospeckel