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Momentos

La historia de la humanidad se compone de momentos que la transformaron, para bien o para mal, seguidos de periodos de planitud.

21 de mayo de 2019 Por: Marcos Peckel

Siempre es una vista agradable observar un mapamundi con los múltiples colores representando los Estados y un azul celeste envolviéndolo todo, señalar con el dedo los diferentes países, montañas, desiertos, ríos, mares, bosques, nevados y polos, no pensar que lo que estamos viendo puede no ser mañana.

La historia de la humanidad se compone de momentos que la transformaron, para bien o para mal, seguidos de periodos de planitud. La Primera Guerra Mundial estalló cuando las placas tectónicas de imperios viejos y nuevos chocaron tras casi un siglo de calma relativa. Como consecuencia de la guerra cuatro grandes imperios se desintegraron, cesaron su existencia, lo que era un color en el mapa se volvió un arcoíris. Los imperios zarista, austro-húngaro, prusiano y otomano no fueron más, sobre sus cadáveres surgieron nuevos Estados y el nuevo orden mundial.

Veinte años después otro momento, el mundo de la posguerra que había quedado mal armado, estalla en pedazos con un remedio peor que la enfermedad: el nazismo y el fascismo como avalancha transformadora de ese mundo imperfecto. De ese momento, la Segunda Guerra, surge el mundo bipolar, uno de cuyos polos es el bueno y otro el malo. Occidente se erige en líder del mundo libre, con sus flamantes instituciones y valores universales, los derechos humanos, la libertad de expresión, la responsabilidad financiera centrada en Bretton Woods, Naciones Unidas como guardián de la paz y seguridad mundial, el Gatt como regulador del comercio, el tratado de no proliferación para evitar el ídem nuclear. Europa, el continente de las centenarias e interminables guerras se convierte en un continente de paz.

La ‘cortina de hierro’ divide esos dos mundos, hasta que llega otro momento, aquel en que los ciudadanos del otro lado la derriban con picas, martillos y sus propias manos en búsqueda de la libertad que tanto ansiaban y que les había sido esquiva por tanto tiempo, robada por unos pocos, secuestrada por una ideología fracasada. Ese fue el momento en que se pensaba que llegaba ‘el fin de la historia’, que la democracia liberal se enquistaba en el planeta todo, que los tiranos desaparecerían para siempre, que la hoz y el martillo se convertirían en íconos para turistas. Europa del Este y América Latina vivieron una ola de democratización, las dictaduras daban lugar al gobierno de los pueblos, las urnas reemplazaban las charreteras de los militares.

Sin embargo, la planitud que se esperaba no duró, el fin de la historia no fue. Brotaron de lugares olvidados, forjados por el colonialismo, las guerras religiosas. De las ansiosas clases medias en los países ricos el cuestionamiento a la democracia que no había traído sino desigualdad. Se elevaba al cielo el grito de los enemigos de la globalización que había empoderado a algunos y destituido a muchos. Se sentía el rugir de las mayorías que percibían que a las minorías se les estaban otorgando demasiados privilegios.

Nace otro momento. Un regreso al realismo puro y duro, retirada de la democracia liberal que se queda sin defensores, gobernar se torna en el ‘arte de lo imposible’, resurgen las tiranías, se libra una feroz lucha por el poder entre la triada Rusia, Estados Unidos, China. Estados colapsan, reverbera la identidad tribal, un Medio Oriente saliendo de unas guerras para entrar en otras más atroces aún, el hongo nuclear gravitando sobre el planeta, unas instituciones internacionales eunucos y un imparable cambio climático.

Este es un momento de aquellos que transforman. Uno en el que es difícil pronosticar que algo bueno puede salir.

Sigue en Twitter @marcospeckel