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Lo que faltaba

Después de Trump, el Brexit, la elección de un novato en Francia, Cataluña, el circo de la política italiana, quedaba solo Alemania como bastión de estabilidad y cordura política. Ya no.

28 de noviembre de 2017 Por: Marcos Peckel

Después de Trump, el Brexit, la elección de un novato en Francia, Cataluña, el circo de la política italiana, quedaba solo Alemania como bastión de estabilidad y cordura política. Ya no. También los teutones se contagiaron de la epidemia de caos político que azota a las democracias liberales. El sacudón a los cimientos del sistema político alemán emana de las pasadas elecciones en las que Angela Merkel no obtuvo mayoría suficiente, por el contrario redujo su número de escaños en el Bundestag y su anterior socio de la coalición de gobierno, el histórico Partido Socialista, SPD, también degradado en las urnas, anunció que no seguiría con la que se ha conocido como la Gran Coalición.

La poderosa Alemania inmune a la crisis económica de 2008, la que apretó al máximo, a través del Banco Central Europeo, a los países ‘sureños’ caracterizados por su indisciplina fiscal: Grecia, Portugal y España, la primera potencia industrial del Planeta, la del longevo pacto social entre gobierno, industria y sindicatos, cayó como sus homólogos en la disfuncionalidad política, uno de los efectos ya no tan secundarios de la democracia representativa.

Tras dos meses de las elecciones los partidos políticos representados en el parlamento no han podido armar una coalición de gobierno pues a las complejas matemáticas se agregan discrepancias ideológicas especialmente en materia de medio ambiente, emigrantes y Europa. Y al acecho, la ultraderechista Alianza por Alemania, AfD, que obtuvo un 12% del voto popular con lo cual accedió al parlamento por primera vez, en un país donde la extrema derecha es anatema y evoca la turbulenta historia del nacional-socialismo.

Los alemanes probablemente encontrarán una salida al impasse actual incluyendo el poco deseable escenario de nuevas elecciones. Al recién elegido presidente Frank-Walter Steinmeier quien esperaba un ejercicio tranquilo de su ceremonial cargo le tocará ‘ensuciarse las manos’ para buscar un acuerdo político que permita la conformación de un gobierno. Lo que hace unos meses era impensable podría estar abriéndose camino: el final de Angela Merkel, quien parecía políticamente inmortal. No es un hecho consumado pero antes ni siquiera se concebía. La ‘Mutti’ que navegó con mano firme y calma teutona el navío europeo en las tormentosas aguas de las recientes crisis fue castigada en las urnas por su generosa política migratoria que en 2015 abrió las puertas del país a más de un millón de refugiados principalmente de Siria.

Sin embargo la bacteria ya penetró el sistema y no será fácil neutralizarla. La generalizada crisis de la democracia liberal en la era de las redes sociales, la desigualdad, los populismos, el fortalecimiento de los regímenes autocráticos y los marginados de la globalización, no parece dar tregua. La raíz de la crisis no es otra que el haber amarrado el neoliberalismo económico a la democracia liberal como si fueran hermanos siameses con los conocidos resultados de indignados exigiendo un cambio de paradigma.

El desbarajuste alemán se da en medio de la negociación del Brexit, la crisis migratoria en Europa, el surgimiento de populismos de derecha e izquierda y una profunda crisis de las instituciones europeas asentadas en Bruselas alejadas de las penurias de los ciudadanos de a pie.

Lo único que no necesitan Europa y el mundo es una Alemania inestable en momentos que la caótica geopolítica haces estragos por doquier, fortalece a los regímenes autocráticos que tienen como faro a China y Rusia y unas relaciones internacionales caracterizadas por el realismo puro y duro, de intereses sobre valores, negociados sobre principios y preocupante incertidumbre.

Sigue en Twitter @marcospeckel