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La Cosa Nostra

El Consejo de Derechos Humanos de la ONU se ha convertido en una cofradía de tiranos, violadores de derechos humanos, torturadores, regímenes asesinos y dictadores sin escrúpulos.

16 de octubre de 2018 Por: Marcos Peckel

Más tenebroso que su homónimo mafioso, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU -CDH- se ha convertido en una cofradía de tiranos, violadores de derechos humanos, torturadores, regímenes asesinos y dictadores sin escrúpulos, al cual la humanidad le ha encomendado la protección de los derechos humanos alrededor del Planeta.

Compuesto por 47 Estados miembros, pareciera que para clasificar a una de las mullidas poltronas de su sede en Ginebra se requiere tener un extenso prontuario criminal en lo referente a los derechos ciudadanos. Encabeza la alienación de sus prominentes miembros, Arabia Saudita, país que acaba de desmembrar a un periodista opositor en su consulado en Estambul, donde las mujeres sufren de marginación institucional así les permitan manejar carro, las libertades son inexistentes y desde 2015 en su guerra de agresión contra Yemen ha asesinado a decenas de miles de civiles incluidos centenares de niños, muchos en sus buses escolares.
Otro prominente miembro es el gobierno bolivariano que ‘suicida’ a opositores en el helicoide de Caracas, mantiene a centenares de prisioneros políticos en condiciones infrahumanas, ha aniquilado el tejido social de la Nación, enviado al exilio a millones, destruido el más rico de los países suramericanos y reimpuesto la pena medieval del destierro aplicada al líder estudiantil Laurent Saleh.

Estados fallidos, existentes solo en nombre, hacen parte de la distinguida nómina del CDH: República Democrática del Congo, Somalia, Afganistán e Iraq. Figura también Eritrea, el mayor exportador de refugiados per cápita en el mundo, país que ha tenido solo un presidente desde su independencia en 1993.

Cuba y China parecen haber escriturado su membresía y así aseguran nunca ser escrutados. Bahréin, minúscula isla en el golfo pérsico, gobernado por la dinastía sunita Al-Khalifa, que arrasó con la oposición durante la primavera árabe, encarceló y desapareció a miles de los líderes shiitas de las protestas, castigó a los médicos que trataron a los heridos, es otro de los llamados a velar por nuestros derechos.

Pakistán y Bangladesh que en su momento eran parte del mismo Estado hasta que se separaron tras una guerra civil que dejó millones de víctimas, conocidos por encarcelamientos arbitrarios, persecución a minorías religiosas, torturas, desaparición de opositores y represión generalizada, complementan el ‘dream team’ del CDH.

Con semejante plantilla no sorprende que crímenes de lesa humanidad, genocidios, masacres, expulsiones masivas, asalto a la democracia y los derechos fundamentales, encarcelamientos arbitrarios, asesinato de opositores, torturas y violencia de género, gocen de total impunidad, coadyuvados lamentablemente por los ‘idiotas útiles’ que sirven de teloneros en ese macabro sanedrín en Ginebra: democracias de América, Europa y otras.

Tres veces al año converge el CDH cuya agenda tiene siempre fijo el ‘ítem 7’: Israel. El democrático Estado judío ha acumulado un total de 68 condenas, más del doble que todos los demás países sumados. Hace pocos meses la saliente embajadora de Estados Unidas ante la ONU, Nicky Haley, anunció el retiro de su país del CDH acusando al organismo de ser una madriguera de violadores y de sesgo endémico contra Israel. Por lo menos en esta instancia, Washington actuó en principios y dio ejemplo.

El CDH no tiene remedio mientras el sistema internacional siga estructurado alrededor de los Estados como unidad atómica, nunca el total va a ser más que las partes, prevalecerá el mínimo común denominador y cundirá el clientelismo y el intercambio de favores. Esta perniciosa institución que reemplazó a la también fracasada e ineficaz Comisión de Derechos Humanos, ha demostrado que para ciertos temas, le Ley de Murphy nunca falla.

Sigue en Twitter @marcospeckel