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El enfrentamiento había llegado al plano personal; insultos, descalificaciones, epítetos de...

27 de marzo de 2013 Por: Marcos Peckel

El enfrentamiento había llegado al plano personal; insultos, descalificaciones, epítetos de toda índole, poco usuales en líderes que representan a sus naciones, aliadas ambas de occidente, Turquía e Israel. Dos países que por décadas mantuvieron una estrecha alianza estratégica con un fuerte componente militar, intensa colaboración en inteligencia y un creciente intercambio turístico, cultural y comercial, pero que en los últimos tiempos parecían enemigos irreconciliables. El cambio comenzó con la llegada del partido AKP -Justicia y Desarrollo- de orientación islamista al poder en 2002 y con el portazo que la Unión Europea le dio a las pretensiones turcas de acceder al mercado común. El AKP comienza a modificar los lineamientos de su política exterior, orientándola hacia el Medio Oriente y el mundo islámico, aunque manteniéndose como parte de la alianza occidental, donde Turquía posee el segundo ejército más numeroso en la Otan.Con la operación Plomo Fundido llevada a cabo por Israel en Gaza a finales de 2008 se inicia un acelerado deterioro en las relaciones entre Jerusalem y Ankara, simbolizado en un lamentable intercambio en la cumbre de Davos, Suiza, cuando el premier turco Erdogán abandonó un debate televisivo con el presidente Simón Peres, acusando a Israel de “saber matar”. El enfrentamiento adquiría visos personales. Erdogán jugaba para la galería, sus millones de votantes musulmanes simpatizantes de la causa palestina, a costa de la relación con Israel. Con la crisis de la flotilla en 2010 las relaciones entre ambos Estados cayeron a su nivel más bajo. Tras la publicación del informe de la comisión Palmer de la ONU, copresidida por el expresidente Álvaro Uribe, Turquía retiró su embajador de Tel-Aviv, expulsando a su vez al embajador judío y congelando toda la colaboración militar y de inteligencia. Tres años de esfuerzos por parte de Estados Unidos y la Unión Europea para que sus dos importantes aliados en la convulsionada región del Medio Oriente zanjaran sus diferencias no habían dado resultado. Hasta que hace unos días llegó Obama a Israel. Antes de partir, en un hangar del aeropuerto, el mandatario norteamericano tomó el teléfono, llamó a Erdogán y le pasó el auricular a Netanyahu, quien le pidió a su contraparte disculpas por el asalto al Mavi Marmara, agregando que Israel pagaría compensación a los familiares de los nueve muertos en el asalto israelí. Erdogán, en un acto previamente coreografiado, aceptó las disculpas hebreas, manifestó que reanudaría a la mayor brevedad las relaciones diplomáticas con Israel y suspendería las acciones legales contra oficiales del Ejército israelí por el asalto a la flotilla.La calamitosa situación en Siria con la desintegración del Estado y la presencia cada vez mayor de yihadistas en las filas de la oposición, el programa nuclear iraní que podría tener su punto de quiebre en 2013 y la generalizada inestabilidad regional producto de la primavera en países como Egipto, Iraq, Líbano y Jordania llevó a los líderes de Israel y Turquía a dejar de lado sus diferencias y enfrentar juntos, en lo posible, el incierto futuro de la región. Los intereses primaron sobre los egos y las apariencias, como tradicionalmente ha sido en las relaciones internacionales. Sin embargo fueron tres años perdidos entre estos dos pesos pesados de la política regional y aunque las relaciones quizás no llegarán a ser lo que otrora fueron, esta reconciliación genera satisfacción y una sensación de alivio en Washington y Bruselas. También en Jerusalem y Ankara.