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¡Es la democracia, maestro!

Con lo anterior el Estado no debe ceder en sus funciones regulatorias para asegurar la igualdad de oportunidades, garantizar que el trabajo sea digno y adecuadamente remunerado, evitar la cartelización

21 de diciembre de 2021 Por: Marcos Peckel

En Perú se impuso Pedro Castillo, en Honduras, Xiomara Castro y en Chile, Gabriel Boric, los tres candidatos de izquierda, los últimos dos con la mayor votación en la historia de sus países. La alternancia en el poder es parte integral de la democracia por lo que no debería ser traumático que ocurra. Europa lleva décadas viviendo cambios de poder entre la izquierda y la derecha, las más izquierda y las más derecha  sin que eso genere pánicos financieros, fugas de capitales, ni turbulencias varias como ocurre por estas comarcas. No se puede pretender que en una democracia siempre gobiernen los mismos al estilo del PRI que dominó México durante 70 años.

Lo anterior vale en la medida que los que accedan al poder no atenten contra la democracia, no cambien a su favor las reglas de juego, no restrinjan las libertades, ni degraden la separación de poderes o coarten o coopten a los medios. La clave para que una democracia funcione y prospere radica en la fortaleza de las instituciones y la cultura política.
En los casos arriba mencionados, Chile parece gozar de ambos, mientras que el caso peruano parece más débil. Amanecerá y veremos.

De igual forma es actuar de manera altamente responsable por parte de los elegidos, preservar la estabilidad macroeconómica, no porque esto sea una ley divina, sino porque se ha demostrado una y otra vez que si algo atenta contra la democracia, es el colapso de la macroeconomía reflejado en inflación desbordada, crisis cambiaria y desvalorización de la moneda, lo que a su vez engendra pobreza y miseria. Peor aún, una macroeconomía en ruinas genera dependencia del Estado, lo que es la receta más rápida para socavar la democracia. En Venezuela muchos comen gracias a los Clap, es decir el Estado dispensa comida a cambio de lealtad política al régimen.

Por otro lado, los elegidos tienen la obligación de cumplirle a sus electores para lo cual lo primero que deberían hacer es separar las promesas populistas irrealizables de las que sí es viable cumplir. El ‘revanchismo contra los ricos’ solo sirve para la galería, mientras que el discurso populista ayuda a ganar elecciones, pero implementarlo es catastrófico. Cunden los ejemplos en todas las latitudes. Dentro de un marco macroeconómico estable se tiene suficiente margen de maniobra para llevar a cabo importantes transformaciones que disminuyan la desigualdad, la pobreza y la marginación.

Crear un sistema tributario que privilegie la redistribución del ingreso sin caer en asistencialismo, invertir en educación de calidad, universal y accesible y proveer conectividad de primer nivel a la población son un paso para disminuir los índices de desigualdad. Recortar en la medida de lo posible el Estado redirigiendo esos recursos a bienestar social. Solo el crecimiento económico genera progreso.

No cometer los errores que ya se ha demostrado una y otra vez que son nefastos, léase control de precios, control de cambio, sobre oferta monetaria -imprimir billetes-, nacionalizaciones o proteccionismo innecesario -algún proteccionismo hay que mantener-. Meter las narices del Estado en cada transacción económica, solo sirve para destruir, no para construir. Con lo anterior el Estado no debe ceder en sus funciones regulatorias para asegurar la igualdad de oportunidades, garantizar que el trabajo sea digno y adecuadamente remunerado, evitar la cartelización. El abuso y la corrupción. Buenos es el mercado, pero no tanto.

La democracia es un juego de equilibrios, caminar por la cuerda floja sin caerse a pesar de los vientos cruzados y fuerzas centrípetas. Son los ciudadanos en últimas los llamados a preservarla.
Sigue en Twitter @marcospeckel