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¿En qué va la revolución?

Hace escasamente un par de meses el presidente tunecino Ben Ali abordó...

28 de marzo de 2011 Por: Marcos Peckel

Hace escasamente un par de meses el presidente tunecino Ben Ali abordó un avión de su Fuerza Aérea con destino a Arabia Saudita abandonando el país que había gobernado por 23 años, dando origen a un tsunami político en el mundo árabe cuyas turbias aguas siguen brotando en diferentes latitudes sin que se pueda pronosticar con claridad qué quedará una vez estas se calmen.En Túnez donde todo comenzó, no hay aun un gobierno estable y la caída del dictador ha dejado un vacío político que está generando graves traumas en el camino a una democracia multipartidista e incluyente. En un paso audaz y esperanzador, el gobierno de transición ha convocado a elecciones en Julio para una asamblea constituyente para elaborar la nueva constitución del país, lo que constituye un acontecimiento inédito en el mundo árabe.En Egipto, donde cayó Mubarak pero no el régimen militar que fue el soporte en sus 32 años al poder, la junta gobernante realizó un plebiscito en el cual fueron aprobados por una inmensa mayoría reformas a la constitución actual, que favorecen esencialmente a los partidos existentes, la hermandad musulmana y al partido liberal de Mubarak, pero que marginalizan a las fuerzas emergentes durante las protestas. En Egipto será el Ejército quien decida con qué tanta democracia está dispuesto a convivir. En Bahréin, la dinastía sunita gobernante finalmente decidió liquidar a sangre y fuego las protestas de la mayoría shiíta, después de no haber logrado avance alguno en la negociaciones y al haber los shiítas radicalizado sustancialmente sus demandas y su accionar, especialmente al bloquear la zona financiera de Manama, base de la economía de la isla. La intimidante sombra de Irán, aliado a los shiíitas, propició la entrada de Fuerzas Militares saudíes con lo que se selló el final, por ahora, de las manifestaciones. En Yemen, al sur de la península arábiga, tribal, con grupos secesionistas y fuerte presencia de Al Qaeda, el presidente Saleh, aliado de Estados Unidos, lleva meses combatiendo una revuelta popular que no amaina, a pesar de las decenas de manifestantes muertos. Este levantamiento ha producido una división al interior de las Fuerzas armadas y la renuncia de importantes embajadores y ministros quienes se han unido a la ‘revolución’. Saleh ofreció retirarse del poder en dDiciembre, pero al no existir en Yemen un proceso de transición podría generarse un peligroso vacío de poder en una zona de altísima sensibilidad estratégica.En Libia, el futuro es más incierto que nunca con los ataques militares de una coalición sin rumbo, ni objetivos político claros, que ya ha mostrado serias fracturas, al amparo de una ambigua y desafortunada resolución del consejo de seguridad. La guerra civil arrecia entre Gadafi y unos rebeldes cuya representatividad es muy cuestionable, bajo el fantasmal trasfondo de los Tomahak y los Mirage. En los últimos días, las olas de este tsunami han aparecido igualmente en Siria, donde han estallado manifestaciones sin precedentes en 40 años de la familia Assad al poder. El presidente Bashir ha hecho promesas de cambio, pero no ha detenido las balas, mientras que la destrucción en la ciudad de Darra, de una estatua de su padre, el ex presidente Hafiz, envía una ominosa señal de lo que viene.Persisten las fuertes turbulencias en el mundo árabe donde el ansia de libertad de millones se estrella contra implacables dictaduras, intereses externos y pescadores de río revuelto.