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El regreso de los Generales

Los recientes golpes militares en África exhiben una característica que los hace más truculentos: han gozado de fuerte apoyo de la calle tras años de desgobierno por los derrocados incumbentes.

1 de febrero de 2022 Por: Marcos Peckel

No es que la figura hubiera desparecido del todo, pero en los últimos años se ha dado, en palabras del secretario general de la ONU, Antonio Gutérres, “una epidemia de golpes de Estado”, esos de generales de charreteras, gafas de sol, coloridas boinas y AK47, entrando al palacio presidencial a sacar al inquilino y enviarlo a una mazmorra o al exilio.
Una decena de golpes o intentonas han ocurrido desde el comienzo de la pandemia, cuatro exitosos en África, el último en Burkina Faso, país anteriormente conocido como Alto Volta.

Son muchas y variadas las razones por las que los generales o coroneles deciden tomarse el poder, siempre adornado con el anunció de que “pronto restaurarán la democracia y el Estado de Derecho”, cosa que pocas veces ocurre. La frágil gobernanza en la mayoría de países del mundo, especialmente los africanos, la desigualdad, las recurrentes crisis económicas, la disputa por recursos naturales, las sociedades fracturadas, la desconfianza en las instituciones, la corrupción y los conflictos dinásticos son, entre otros, el caldo de cultivo para cuartelazos. Hay además una novedad: golpes de Estado contra gobernantes que “cambiando articulitos” se enquistan en el poder una y otra vez y la única forma de sacarlos es a través de los fusiles.

Tal fue el caso de Evo Morales en Bolivia quien, tras ser derrotado en un referendo para alargar su mandato, hizo uso de una leguleyada para mantenerse en el Palacio Quemado y fue retirado del poder por las fuerzas armadas. Anteriormente en Honduras, los militares derrocaron a Manuel Zelaya cuando este buscaba prolongar su mandato a través de un referendo amañando, lo sacaron en pijama de su casa y lo mandaron a Costa Rica. Hace unos días su esposa asumió como mandataria electa de ese atribulado país. En estos dos casos latinoamericanos, la democracia mal que bien se recuperó.

Los recientes golpes militares en África exhiben una característica que los hace más truculentos: han gozado de fuerte apoyo de la calle tras años de desgobierno por los derrocados incumbentes.

La actual racha de generales al poder vive su capítulo más trágico e inconcluso en Myanmar, país estratégicamente ubicado en el sudeste asiático con una turbulenta historia de longevos gobiernos militares y frágiles gobiernos civiles, el último liderado por la Nobel de Paz Aung San Suu Kyi. Tras las elecciones de noviembre de 2020 ganadas por un alto margen por el partido de Suu Kyi, los generales dieron su golpe exactamente hace un año y llevaron a cabo una brutal represión contra la población que se levantó contra los golpistas. Al sol de hoy los militares no han logrado asumir el control total de este país de 60 millones de habitantes y varias regiones sufren una verdadera guerra civil.

En momentos que la democracia se corroe alrededor del planeta, el entorno geopolítico es ampliamente favorable al retorno de los golpes de Estado. Siempre hay una China o una Rusia listas a ofrecer su apoyo a golpistas de todos los pelambres a cambio de concesiones económicas, políticas, diplomáticas y militares. Frente a los últimos golpes y varios más no tan recientes, el Consejo de Seguridad no se ha pronunciado, como sobre casi nada relevante. Los generales birmanos cuentan con el incondicional apoyo de China mientras que los africanos gozan del desinterés del Consejo en adoptar posturas frente a los rompimientos democráticos.

No parece ‘haber vacuna’ contra esta ‘epidemia golpista’. Al momento de escribir esta columna sucede un intento de golpe el Guinea Bissau.
Sigue en Twitter @marcospeckel