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Egipto

Su nombre evoca fascinación. Una civilización que ha dejado su huella en...

31 de enero de 2011 Por: Marcos Peckel

Su nombre evoca fascinación. Una civilización que ha dejado su huella en gran parte de la historia de la humanidad, unas tierras bañadas por las encantadas aguas del mítico río Nilo, que dio origen a la civilización occidental hace unos 5 mil años, Egipto de faraones y pirámides, lugar de nacimiento del pueblo judío, país de la sublime biblioteca de Alexandría y la majestuosa ciudadela de Luxor.Desde tiempos inmemoriales ha sido Egipto testigo de civilizaciones que por ahí pasaron, guardián imperturbable en la esquina de África, entre el Mediterráneo y el mar rojo. Egipto que en el siglo VII adoptó el Islam como religión y el árabe como cultura e idioma. Fue en Egipto, en 1928, donde nace el moderno fundamentalismo islámico en cabeza de Hassan el Banna, fundador de la Hermandad Musulmana, ideología fortalecida por su sucesor, el también egipcio Sayd Qutb.Tierra donde nació el panarabismo con el gran Gamal Abdel Nasser quien colocó la última puntilla en el ataúd del colonialismo, nacionalizando el canal del Suez en 1956 y quien con Nehru y Tito fundó el movimiento de los no alineados en 1961. Cuna de Naguib Mahfuz, único árabe que ha ganado el premio Nobel de literatura.En El Cairo nació la Liga Árabe en 1945 y la Organización para la Liberación de Palestina en 1964 demostración del indiscutible liderazgo egipcio en el mundo árabe. Egipto que sufrió la estruendosa derrota en la guerra de los seis días, en 1967, frente a Israel, fue a la vez el primer país árabe que en 1979 firmaría un acuerdo de paz con el Estado judío, lo que le costó la vida a su entonces presidente Anwar Sadat. Férreo aliado de occidente, segundo receptor de ayuda militar y económica estadounidense en el planeta, Egipto, con 80 millones de habitantes, epitomiza el modelo social árabe; sin democracia, longevos dictadores, economía concentrada, corrupción rampante, sin oportunidades para los jóvenes y sin futuro.De repente y para sorpresa de todos, la furia reprimida por años estalla de manera espontánea en las calles de El Cairo y Alejandría, siguiendo el ejemplo tunecino. Miles de manifestantes de todas las clases sociales y edades dicen “no más”, desafían el presente y exigen un futuro.Siga Mubarak o no en el poder, Egipto ya no es el mismo. Y tampoco lo es el Medio Oriente. Las repercusiones de lo que ocurra en Egipto son inmensas para toda la región. La posibilidad que los ‘hermanos musulmanes’ se acerquen al poder es motivo de intensa preocupación para algunos, como lo es la posibilidad que Egipto construya un Estado verdaderamente democrático. La incertidumbre reina y La fluidez de la situación impide hacer pronóstico alguno sobre un posible desenlace.La crisis egipcia podría tener profundas implicaciones en el conflicto palestino Israelí, en el futuro de los acuerdos de paz entre Israel y Egipto, en la estabilidad de regímenes como el saudí, el sirio y el jordano y en la turbulenta geopolítica regional.La rebelión egipcia ha colocado a Estados Unidos en una situación imposible. Washington no puede simplemente desmarcarse del gobierno de Mubarak, ancla de su estrategia regional, al que tanto ha apoyado.Sin embargo, será en últimas el pueblo egipcio quien defina su futuro pues no en vano ha salido a las calles, sin miedo alguno, a luchar por la dignidad y libertad que durante décadas les han sido negadas.