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Diplomacia sin máscara

Los diplomáticos, esos afables señores que aparecen elegantemente vestidos y sonrientes sosteniendo...

6 de diciembre de 2010 Por: Marcos Peckel

Los diplomáticos, esos afables señores que aparecen elegantemente vestidos y sonrientes sosteniendo un vaso de whisky en cocteles y recepciones, una vez en la intimidad de sus despachos se quitan la sonrisa de vendedores de seguros para informar a sus superiores lo que ven, lo que piensan y lo que creen, pues fundamentalmente su labor consiste en defender los intereses de sus gobiernos y sus países. Así ha sido siempre.Y entonces llega Wikileaks y de un tajo le arrebata la máscara ni más ni menos que a la diplomacia americana. Al descubierto queda la gran potencia, que gasta millones de dólares en escáneres de cuerpo entero para hacerle la vida miserable a los pasajeros en sus insoportables aeropuertos, atónita, viendo cómo un recluta de poca monta penetra sus más secretas bases de datos para entregar la información a un maniático australiano que las hace públicas en su sitio de internet, utilizando en el proceso a prestigiosos periódicos del mundo que le han servido de caja de resonancia. Como si fuera la misma diplomacia americana pasando por los escáneres, desnudada ante los ojos del mundo.A decir verdad, trascendentales revelaciones no han aparecido hasta ahora.Que los países árabes están muertos del miedo con Irán, que el régimen de Afganistán es escandalosamente corrupto, que Pakistán está al borde del colapso con su arsenal atómico en peligro de caer en manos de jihadistas, que Estados Unidos quiere aislar diplomáticamente a Chávez, que Brasil sabía de la presencia de las Farc en Venezuela, que Corea del Norte puede desintegrarse en cualquier momento, que los señores de la droga controlan partes del territorio mexicano, que Putin y Berlusconi tienen mucho en común incluyendo su gusto por las nenas y el dinero y su desprecio por la ley, que los gobiernos dicen una cosa y hacen otra, que Estados Unidos está metido hasta el tuétano en Yemen y Somalia combatiendo a Al Qaeda, que Israel mantiene contactos secretos con varios países árabes ‘enemigos’ y con Pakistán, que Estados Unidos y seguramente otras potencias espían en la ONU, que Irán busca uranio en Venezuela y Bolivia, que Chávez le presta asesoría militar a Evo, que Venezuela se llenó de asesores cubanos, que los líderes y presidentes de los países dson seres humanos de carne y hueso cuyos defectos y particularidades hacen parte legítima de la ‘chismografía diplomática’, nada de lo anterior constituye algún descubrimiento extraordinario o sorprendente que vaya a alterar la geopolítica global. Sólo matices más acentuadas o conjeturas que quedan corroboradas. Demostrada si queda la fascinación que produce en amplios sectores del planeta ver a Estados Unidos a la defensiva y en tan bochornosa situación.Es prematuro predecir los efectos que puedan tener las revelaciones de Wikileaks en la diplomacia mundial o la estadounidense una vez amaine la tormenta mediática. Puede que ninguno, puede que en algunos lugares se comiencen a imponer límites legales al internet o puede que Wikileaks termine siendo víctima de su propio éxito. Lo que sí es seguro es que los diplomáticos seguirán haciendo lo mismo que han hecho desde tiempos inmemoriales; ver, husmear e informar, que los sistemas de seguridad serán reforzados al máximo para evitar otro wikileaks y que el señor Assange será perseguido hasta los más remotos confines por un imperio herido en su orgullo que más que justicia querrá venganza.