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Crónica de una derrota anunciada

Estados Unidos perdió muy pronto los papeles en el país tras la operación inicial que tenía como objeto derrocar a los Talibán y expulsar a Al Qaeda de las montañas afganas desde donde supuestamente habían planeado los atentados a las torres gemelas y otros más.

17 de agosto de 2021 Por: Marcos Peckel

Hace varios años venimos diciendo que una vez salga de Afganistán el último soldado americano, comienza el conteo regresivo para el retorno de los Talibán al poder. Sorprendió sí la velocidad, pero de ninguna manera el hecho 20 años de Estados Unidos en Afganistán concluyen en una ignominiosa humillación y en un colosal fracaso.

Estados Unidos perdió muy pronto los papeles en el país tras la operación inicial que tenía como objeto derrocar a los Talibán y expulsar a Al Qaeda de las montañas afganas desde donde supuestamente habían planeado los atentados a las torres gemelas y otros más. Logrado el objetivo, Washington se enredó en la construcción de nación a la usanza occidental, el mismo error que cometió en Iraq, en ambos casos con resultados catastróficos.

Con paciencia estratégica, conocimiento del terreno, afinidad con la población y aprovechando el desgaste de los ‘invasores’, los Talibán poco a poco fueron ocupando territorio y ya en 2015 controlaban un 40% del país. Tenían certeza que su día llegaría. Por otro lado, Estados Unidos lleva años buscando la forma de salir de Afganistán, lo que ningún presidente hasta ahora había hecho, por la resistencia del pentágono y conscientes de lo que ocurriría. Mientras que el gobierno de Estados Unidos se mueve en periodos de cuatro años, para los Talibán el tiempo es la eternidad y nunca pierden ‘el ojo en la bola’, su misión sagrada de reconstruir el Emirato Islámico.

La primera ofrenda hacia la debacle final la sirvió el presidente Trump en bandeja de plata a los Talibán con una diplomacia que bien pude llamarse “yo les doy todo, ustedes no tienen que darme nada a cambio, yo solo quiero salir de allá”. Y para colmo del tiro en el pie, Trump no involucró en la negociación en Doha al gobierno afgano, el supuesto aliado y amigo, por el contrario, lo marginó, enviando una clara señal que el futuro de Afganistán quedaba en manos de los Talibán.

Bastó con que Biden anunciara el retiro definitivo de las tropas americanas, para que los Talibán comenzaran su ofensiva en la que en su etapa final conquistaron en solo diez días las grandes ciudades del país sin disparar un solo tiro. ¿Para qué iban los soldados afganos, de la misma extracción social que los Talibán a luchar a favor de un gobierno corrupto, máxime sin contar con el apoyo militar y logístico americano?
20 años llegaron a su fin con las imborrables imágenes que rememoran Saigón, 1975, cuando Estados Unidos abandonaba Vietnam tras el imparable avance del Vietcong, dos años después de que estos firmaran un acuerdo de paz con Washington.

Queda establecido otra vez el Emirato islámico de Afganistán en el que la Sharía -ley islámica- en su más radical interpretación, será la ley, tal cual lo fue entre 1996 y 2001. Poca credibilidad se le puede dar a las declaraciones de tolerancia que han proferido ante los medios de comunicación del mundo, más tácticas y pragmáticas que reales. Hacer compromisos en su ideología y concepción social no es parte del arsenal de los Talibán.

La geopolítica regional se torna igualmente interesante. Rusia y China, salivando con la humillación americana hacen sus cálculos de cómo beneficiarse del cambio en Afganistán y sus primeras declaraciones han sido de interés en trabajar con el nuevo gobierno. China ya había entrado en contacto con los Talibán y querrá tener acceso a la amplia riqueza mineral afgana -litio, oro, tierras raras- y con su iniciativa ‘Belt and Road’ construir infraestructura que sirva a sus intereses.

Las que si sufrirán, o se postraran, ante la nueva realidad, son las mujeres afganas para quienes nada bueno el futuro augura.
Sigue en Twitter @marcospeckel