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Delhi, India. La suciedad parece estar en todos lados como elemento arraigado...

3 de enero de 2011 Por: Marcos Peckel

Delhi, India. La suciedad parece estar en todos lados como elemento arraigado y esencial del paisaje. En las calles aledañas a la decrépita estación de trenes de la capital de la India, los arrumes de desechos de todo tipo, botellas, plástico, cáscaras, papel, vidrios, alimentos putrefactos y animales muertos se prolongan por cuadras y cuadras y por los 200 kilómetros de línea férrea hasta Agra, la legendaria ciudad del Taj Majal, y por otras líneas férreas y carreteables del país.Contrasta esto con el aeropuerto internacional Indira Gandhi, una construcción ultramoderna, futurista, limpia y brillante con expresiones de la cultura india que dejan boquiabiertos a los visitantes. Una vez afuera esta impresión se diluye entre los basurales y la pobreza circundante. En las calles se entremezclan lujosos automóviles último modelo, carros ‘made in India’, los ‘rickshaws’, mototaxis cabinados, que constituyen el sustento y transporte de millones, los bicitaxis que son símbolo a la vez de pobreza y tesón y los fantasmales niños que piden limosna golpeando en las ventanas de los carros.Esta es la India moderna, un país de marcados contrastes. Dos de los primeros cinco multimillonarios en la lista de la revista Forbes son hindúes, como los son 300 millones de almas que sobreviven en condiciones de pobreza extrema, inferior a la del África subsahariana. Sin embargo, hace 30 años esta cifra era casi el doble. Una economía pujante que ha experimentado un crecimiento anual promedio en la última década superior al 9%, con empresas líderes en las áreas de software, medicamentos genéricos, textiles, automotriz, diamantes y call centers, pero que ocupa el puesto 107 en el índice de desarrollo humano de la ONU, padeciendo además una inmensa brecha entre ricos y pobres y agudos problemas de malnutrición infantil.Un país que aspira a una silla permanente en el consejo de seguridad de la ONU, que durante el año anterior fue visitada por los más importantes líderes mundiales, entre otros los jefes de Estado de China, Estados Unidos, Rusia, Reino Unido y Francia, poseedor de armas atómicas y un avanzado programa espacial, pero que sufre de una crónica y absoluta degradación ambiental, enfrenta una insurgencia maoísta armada con presencia en más de 20 estados del país y un implacable terrorismo islámico apoyado por su archienemigo Pakistán.Una democracia vibrante con un sistema judicial rabiosamente independiente, fuertes y diversos partidos políticos y una activa y militante prensa libre, operan en este país que de acuerdo con Transparencia Internacional es a la vez el noveno más corrupto del planeta. Los interminables escándalos han tocado a las más altas esferas empresariales y del actual gobierno en manos del partido del Congreso, el de Gandhi y Nehru, que ha dominado la política india desde la independencia en 1947. Una nación que enfrenta monumentales desafíos, que tuvo que llegar a la conclusión de que sus 1.200 millones de habitantes más que un problema deben constituir una oportunidad y una fortaleza, pero a la vez una nación que mira el futuro con mucho optimismo. Según una reciente encuesta del grupo PEW para el ‘Hindustán Times’, más del 75% cree que su situación está mejorando. Una nación profundamente nacionalista, orgullosa de sus logros en materia de diplomacia, deportes y cine, que defiende con todo su sistema democrático y que ‘goza’ con el colapso de su vecino pakistaní.Una milenaria civilización que sin lugar a dudas ocupará el centro de la geopolítica global en los años por venir.