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Parece más el nombre de un nuevo cereal para el desayuno o...

7 de diciembre de 2011 Por: Marcos Peckel

Parece más el nombre de un nuevo cereal para el desayuno o de algún vitamínico para la anemia, pero no, se trata de otra flamante organización internacional en nuestro continente creada la semana anterior en Caracas con una pomposa declaración de 40 puntos, muchas fotos, sonrisas y un discurso ‘20 juliero’ y ‘antiimperialista’ del presidente anfitrión, proclamando el comienzo de una “nueva era de integración” y el “más importante acontecimiento en las Américas en los últimos cien años”. Como órgano directivo de la Celac, se conformó una troika, palabra asociada a los liderazgos temporales de la ex unión soviética, la cual designó como presidente protempore al chileno Sebastián Piñera azotado por protestas estudiantiles desde hace varios meses por lo que el periplo a Caracas le permitió alejarse de la desafiante figura de Camila Vallejo. El presidente panameño, Ricardo Martinelli, ni corto ni perezoso, solicitó para Panamá la sede de la secretaría general de la organización, mientras que el presidente de los colombianos, Juan Manuel Santos aprovechó la ocasión para obtener el apoyo del organismo para que su locuaz Vicepresidente sea nombrado como director general de la OIT y así poder despacharlo a las tranquilas y lejanas aguas del lago Ginebra. La anterior cumbre de estos países celebrada en Cancún es recordada por la invitación de Uribe a Chávez a que “sea varón”.33 países hacen parte de esta nueva organización que dejó por fuera a Estados Unidos y a Canadá y se suma a la constelación de organismos que existen en el continente que demuestra más una fragmentación cultural, política, lingüística y regional que una “unión en la pluralidad” como menciona uno de los 40 puntos. Se suma al Alba de Chávez, a Unasur de los apasionantes realities televisivos de la era Uribe, a la agonizante Comunidad Andina de Naciones y a la OEA, la gran organización regional, en su época un instrumento de dominación de Estados Unidos y en los últimos años castigada injustamente por el funesto liderazgo del chileno José Miguel Insulza, reelegido precisamente por su pálida gestión, para restarle protagonismo a la organización. La creación de la Celac es obra de la otrora alianza entre Chávez y Lula, el primero tratando de refrendar su modelo de autoritarismo democrático y el segundo en su fallida gesta por hacerse con el liderazgo regional. No había concluido la cumbre de Caracas y el ecuatoriano Correa ya estaba proponiendo un sistema alterno a la Comisión y Corte Interamericana de Derechos Humanos, quizás para legitimar preocupantes tendencias frente a asuntos como la libertad de expresión, de asociación, reelecciones amañadas, persecución a opositores y otras prácticas antidemocráticas que han hecho curso en algunos países del continente en los últimos años. A pesar de las numerosas invocaciones a los libertadores, la carta fundacional de la Celac no hace referencia alguna a las libertades democráticas, que están siendo erosionadas por diversos regímenes continentales. Una cumbre más a las que los mandatarios de la región tendrán que asistir cada año, unos para alejarse, así sea por unos días, de los problemas cotidianos, otros para buscar algún protagonismo internacional y otros para usar el foro como caja de resonancia a su trasnochada retórica. Una nueva organización que aún no ha establecido mecanismos de toma de decisiones, ni estructura de financiación, la que por ahora recae en buena parte en el teniente coronel. Incierto futuro le espera a la Celac, pero eso a nadie le importaría.