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Ay, Alepo

Cayó finalmente. Tras semanas de bombardeos indiscriminados por parte de los...

30 de noviembre de 2016 Por: Marcos Peckel

Cayó finalmente. Tras semanas de bombardeos indiscriminados por parte de los cazas rusos y sirios se consuma este nefasto capítulo del genocidio en Siria, la caída de la otrora capital industrial y comercial de lo que en su momento fue un país llamado Siria, hoy un gigantesco cementerio donde junto a los millones de muertos yacen los organismos internacionales y los valores y principios que supuestamente regían el planeta. La masacre de Alepo pasará a los anales como uno de los episodios más infames de la historia reciente, cometida por un régimen déspota y asesino, unos Ayatolas en Teherán para quienes la vida humana no tiene valor alguno y una superpotencia para quien todo se vale si se trata de recuperar su prestigio y el respeto internacionales. Cómplice de este exterminio es también Occidente con Estados Unidos a la cabeza que fue puesto a prueba por un dictadorzuelo árabe y falló estruendosamente la prueba. Assad se les burló en la cara y hoy tras medio millón de muertos y la aniquilación de Alepo deberían por lo menos sentir algo de pena, algo de dolor. Siria pasará a la historia como el gran fracaso de la política exterior de Obama, de la ‘línea roja’ que llegado el momento desapareció, de la pusilanimidad de un líder que flaqueó que en el momento de la verdad o que hizo cálculos estratégicos torcidos para permitir que la barbarie se ensañara con millones de civiles inocentes. Alepo, la mayor ciudad de Siria antes de la guerra, patrimonio histórico de la humanidad, con una rica historia de progreso y opulencia, no corta en guerras y conflictos, enclave multiétnico y multirreligioso en el que en sus mejores épocas convivieron musulmanes, cristianos y judíos, es hoy una ciudad en ruinas, su herencia histórica destruida, hospitales, escuelas, hospicios, iglesias, mezquitas y barrios enteros pulverizados por la aviación de un país miembro permanente del Consejo de Seguridad, órgano responsable por la “paz y seguridad mundiales”. Seis años completa la guerra en Siria desde que unos maestros de escuela que protestaban por mejores salarios fueron liquidados por las balas de un dictador que entendió mejor que nadie cómo funcionaba la humanidad en la segunda década del Siglo XXI, quien comprendió con claridad meridiana que si permitía que las manifestaciones populares crecieran y se volvieran masivas podría caer, que mejor era cortar por lo sano, matar a los manifestantes, hombres, mujeres y niños, regar las calles de cadáveres, enseñarles a todos la lección. Hoy el mundo entero debe vivir con la vergüenza que exista un presidente llamado Bashar al Assad, que tenga amigos y que el mismo presidente electo de Estado Unidos Donald Trump lo elogie, lo considere su aliado. En Siria nace la nueva geopolítica del Siglo XXI: anárquica, sin organismos internacionales capaces de evitar conflictos, con la posibilidad que se reanuden las guerras entre Estados, el balance de poder del Siglo XIX, arrecio de la carrera armamentista, erosión de los valores democráticos y desprecio absoluto por los derechos humanos. La carta de Naciones Unidas proclamada por los pueblos del mundo en 1945 quedó enterrada en estas tierras.