El pais
SUSCRÍBETE

Inicio

Artículo

Rosmilda

La matrona Rosmilda huele a mamá, a tierra húmeda, a fertilidad. Por sus manos y las de cientos de mujeres como ella han pasado las vidas y bienvenidas de miles de niños que nacieron en el mar del sur

1 de septiembre de 2019 Por: Vicky Perea García

Cada vez que me encuentro a Rosmilda no puedo dejar de contemplar la vida. Desde la primera vez que la conocí me impactó su decisión de hablar, su mirada profunda e inquisidora y esa sonrisa generosa que siempre me reconcilia con la vida.

La matrona Rosmilda huele a mamá, a tierra húmeda, a fertilidad. Por sus manos y las de cientos de mujeres como ella han pasado las vidas y bienvenidas de miles de niños que nacieron en el mar del sur y que han batallado por tres décadas para hacer valer su práctica ancestral.

La historia comenzó en 1988 cuando era promotora de salud y empezó a recorrer los nuevos barrios de invasión en Buenaventura hallando a decenas de mujeres ubicadas en nuevos territorios, y salidas de la selva espesa del litoral, quienes llegaban a sembrar nuevas plantas para practicar en la ‘gran ciudad’ partería tradicional.

Las migrantes asustadas por la persecución de las entidades de salud y porque las iglesias las tildaban de brujas, encontraron en Minda, como le dice en el Puerto, el apoyo para hacer valer su oficio y consolidarse jurídicamente como la Asociación de las Parteras Unidas del Pacífico (Asoparupa).

La batalla fue incesante, la satanización de su práctica encontraba sosiego los sábados en casa de Minda, a donde llegaban todas a contar sus historias. A llorar abrazadas, a realizar trueques de plantas y menjurjes, y a entregar al cielo los dolores de la vida terrenal mediadas por un trago de viche acompasado con arrullos, las canciones espirituales hechas a las mujeres ‘parientes’, a los niños y a los santos.

Resistiendo a la imposición urbana de la Secretaria de Salud que les exigía vincularse como promotoras de salud decidieron acudir a eventos internacionales para capacitarse y buscar prácticas similares y fue en Brasil en un intercambio con mujeres de Pernanbuco donde se enteraron que la partería estaba regulada y empezaron a trabajar para hacer valer su poder cultural.

Tan sólo en el 2016, en un intento de salvaguardia de los saberes del Pacífico las mujeres de Asoparupa se presentaron ante el área de Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura y lograron que se reconociera unánimemente a la partería como patrimonio inmaterial de Colombia.

Desde ese entonces miles de mujeres de todas las nacionalidades aterrizan en Buenaventura para capacitarse en partería. La práctica es hoy protegida y amparada por la OMS y abiertamente tienen las parteras del pacifico la tarea de llegar a todos los rincones de la manigua para hacer el acompañamiento durante la gestación, el alumbramiento y postparto de muchas de nuestras mujeres en las zonas rurales.

31 años después las parteras de Asoparupa siguen reuniéndose una vez al mes para celebrar la práctica de traer vida al mundo con las manos. En medio de arrullos, rezos y agradecimientos festejan la vida y también que esta tierra haya parido mujeres como la gran Rosmilda Quiñónez, quien con su vida y toda su familia permitió hacer respetar un arte secular que ha resistido el paso del tiempo y que gracias a su preservación nos regala de las manos de las mujeres partos humanizados, amorosos y protectores.

Sigue en Twitter @MabelLaraNews