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Cali también tuvo en sus manos la posibilidad de construir su propio metro y se le esfumó como los dineros de los estudios y las obras que se diseñaron.

12 de noviembre de 2017 Por: Mabel Lara

Más de seis décadas ha esperado Bogotá para cumplir su sueño de tener metro, este fin de semana y dos días antes de que se cumpliera el plazo final la Nación, Cundinamarca y Bogotá por fin le dieron vía libre a la primera línea del sistema de transporte capitalino que acabaría con la incertidumbre y frustración de los 8 millones de habitantes que tiene hoy la ciudad principal de Colombia.

Llama la atención que no es la primera vez que el Gobierno y la nación se unen para contarle al país sobre esta noticia, lo hizo el exalcalde Gustavo Petro con Juan Manuel Santos en 2015. Aún recuerdo la imagen del cheque gigantesco que por fin, se decía entonces, cumpliría el sueño de los colombianos representados en los bogotanos para hacer su metro subterráneo. También cuenta la historia, como si ya fuera leyenda popular, que el mismo Peñalosa en 1999 anunció con bombos y platillos de la mano de Ernesto Samper la realidad del tan mentado sistema de transporte masivo.

Pero en la leyenda no solo está Bogotá, Cali también tuvo en sus manos la posibilidad de construir su propio metro y se le esfumó como los dineros de los estudios y las obras que se diseñaron.

“El metro, la salvación para Cali”, así tituló en 1999 el periódico El Tiempo la propuesta que el entonces alcalde Ricardo Cobo formuló. Para los que no lo recuerdan el costo de la iniciativa oscilaba entre 570 y 650 millones de dólares, los gobiernos de Francia, China, Japón y Checoslovaquia manifestaron su interés de acompañar el acuerdo definitivo y establecer el consorcio que se encargaría de diseñar, construir y operar durante 30 años nuestro metro. Los cálculos hablaban de movilizar el 10 por ciento del total de pasajeros en la ciudad, para entonces unas 178 mil personas al día.

5 mil millones de pesos se invirtieron en los estudios de factibilidad y 66 mil millones más se gastaron en obras de la plataforma urbana que se diluyeron como el vagón que se instaló en la estación del ferrocarril que de a poco se fue tragando la maleza, como las ilusiones de los caleños de estrenar metro.

En Cali como en Bogotá, los celos, la politiquería, la miopía o la ignorancia no permitieron tomar la decisión adecuada en su momento. El Alcalde entrante, Jhon Maro Rodriguez, descartó de tajo la iniciativa con el argumento de que no iba a hipotecar el municipio y sus contradictores nos contaron, como lo recuerda la revista Semana, que compromisos contraídos con empresarios de buses durante esa campaña nos quitaron tremenda posibilidad de renovación urbana y con el apoyo de Andrés Pastrana nos dejaron con un sistema a medias copia de Transmilenio bajo el eslogan del MIO.

Lástima que nadie jamás recopiló semejante iniciativa, los alcaldes que nos han tocado se han encargado de otros temas, pero ya va siendo hora de retomar los grandes proyectos de infraestructura y salir del letargo en el que nos han mantenido.