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Nadie escucha

Acudo a muchos de nuestros recuerdos de infancia para buscar dolientes a la isla de nuestros amores, la indiferencia es el peor problema de San Andrés

22 de noviembre de 2020 Por: Vicky Perea García

San Andrés siempre fue nuestro paraíso. Para quienes nacimos en el suroccidente colombiano, las islas de San Andrés y Providencia se convirtieron en nuestro lugar de descanso en el Caribe, más allá incluso que la misma Cartagena.

En la década de los 90 fueron decenas los estudiantes que llegaron a la capital del Valle buscando educación superior que no existía en la isla y que por los costos y condiciones climáticas Cali sí les proveía. De esa manera a nuestra ciudad llegaron los Hookers, los Bush, los Rengifo con su apellido continental y hasta algunos Bryan se hicieron abogados, ingenieros y médicos.

De la mano de varios de mis amigos de adolescencia entendí por qué a los nativos los entierran en los patios de su casa y ese es el mismo lugar donde se cocinan a fuego lento y con leña fresca, los rondones o el ‘RunDown’: una delicia preparada solo por hombres con el filete de la pesca del día, caracol, plátano, domplines y las infaltables pig tails (colitas de cerdo).

Esos mismos amigos me hablaban de la superpoblación de la isla, de cómo algunos que llegaron del interior y del Caribe estaban cerrando los espacios de los nativos, quienes con una débil cultura participativa y democrática no entendían que los votos era lo único que podía protegerlos de la llegada de nuevos y cada vez más agresivos habitantes.
Los colonos ocuparon frentes de playa, construyeron invasiones y compraron a bajo costo terrenos que fueron asfixiando a los dueños históricos de la tierra en San Andrés. Hoy la capital del Departamento tiene 70 mil habitantes en solo 27 km cuadrados y llevamos más de una década titulando noticias sobre semejante ecocidio para la tierra del mar de los siete colores, sin que poco o nada trascendental haya sucedido.

Fue San Andrés ‘puerto libre’ de impuestos, decretado desde 1959 por el presidente Alberto Lleras Camargo, pero el desarrollo comercial se vio estancado por la apertura económica y diversas transformaciones que la hicieron con el paso de los años poco competitiva y atractiva para el mercado nacional; sumado al turismo todo incluido que en palabras de los nativos “es el turismo carroña”: que ve, no compra, no consume, ensucia y destruye lo que encuentra a su paso con la excusa del pago a agencias de viaje que poco benefician al habitante local.

La llegada del huracán Iota puso de nuevo sobre la mesa la historia de San Andrés Islas, pero hace un mes esos mismos habitantes pedían a gritos reactivación económica, atención hospitalaria, ayuda humanitaria, porque con el covid y hasta el fallo de La Haya la región ha venido de tumbo en tumbo sin tregua, sin pausa, sin una atención estructural.

Acudo a muchos de nuestros recuerdos de infancia para buscar dolientes a la isla de nuestros amores, la indiferencia es el peor problema de San Andrés y esa es también una responsabilidad compartida por la desidia y silencio de quienes hemos amado, celebrado y compartido en la tierra del pirata Morgan y el mar de los siete colores.

Sigue en Twitter @MabelLaraNews