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Desprecio y castigo, es el sino trágico de una nación a la que le debemos la libertad de todo el continente

15 de agosto de 2021 Por: Vicky Perea García

Desprecio y castigo, es el sino trágico de una nación a la que le debemos la libertad de todo el continente y que se ve envuelta de nuevo en una tragedia humanitaria que continúa con el historial de desastres que la arropan.

Mi experiencia con Haití se dio en el contexto del terremoto del 2010 cuando miles de ciudadanos a las 4:50 pm del 12 de enero, enfrentaron la que hasta el momento era la peor de las catástrofes de los tiempos modernos de la nación caribeña.

Un terremoto de magnitud 7 estremeció Puerto Príncipe. El saldo: 200 mil muertos y más de trescientos mil heridos que intentaron sobrevivir con el desfile de chalecos que acompañó las promesas de las empresas de ONG que encontraron, de nuevo en Haití, su mejor ratón de laboratorio.

Mi ejercicio profesional me llevó con la misión de la Cruz Roja colombiana diez meses después del sismo. La encontré empobrecida y derruida agonizando entre miles de escombros con familias.

Recorrimos orfanatos, iglesias, vimos decenas de mutilados, niños sonrientes pero desconfiados y al final de jornadas extensas el mismo sentimiento: desolación, tristeza, desesperanza. Recuerdo que desde ese momento empecé a acuñar una frase que se convirtió en mi mensaje de salvación cuando colegas me preguntaban sobre el peor episodio vivido en mi carrera como periodista: En Colombia conocí la pobreza extrema, en Haití la miseria.

La dura experiencia me convidó a analizar los detalles históricos de la nación más pobre de nuestro hemisferio para entender que ese terremoto era solo uno de los cientos de eventos desafortunados que desde 1804, cuando se convirtió en el primer país independiente del continente americano, y la primera nación única en el mundo forjada por esclavos y dirigida por exesclavos, lo que la llevo a ser conocida como una nación paria.

Y es que no solo fue Francia que le hizo pagar por su libertad para ser aceptada por la comunidad internacional bajo la Real Ordenanza de Carlos X: también fue Estados Unidos con Woodrow Wilson con su intervención de casi dos décadas (1915/1934) que reescribió la constitución y autorizó a naciones extranjeras a poseer tierras y a armar ejércitos que parieron una de las más sanguinarias y peores dictaduras de nuestra región: la de los Duvalier quienes desde 1957 sembraron las bases de la incapacidad del desarrollo de Haití que aún la tienen asumiendo el desafío de no ser una prospera economía.

Cientos de años después de su independencia al pueblo haitiano le cobran su fortaleza y dignidad y aún hoy sigue pagando a cuotas su libertad. Como varias naciones caribeñas está situada en un vasto sistema de fallas geológicas pero su pobrísima infraestructura e inestabilidad política no le permiten sobrellevar los estragos de la naturaleza: es el terremoto sobre terremotos que ahora vemos caminando en las calles de Colombia y en la terminal de Cali y que al final se transformó en la implosión de una nación de 11 millones de seres humanos que tiene todo que ver con la historia de nuestra América pero poco con los que nos hacemos llamar latinoamericanos. Inmensa deuda tenemos con ellos, parece que aún no es el momento para reconocerlo.

Sigue en Twitter @MabelLaraNews