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De cafres y carteles

Qué abuso, cuánta tiranía, el maestro Echandía tenía razón, somos un país de cafres perpetuos porque hemos privilegiado el modelo del abuso en todos los ámbitos y no existe hasta el momento una mejor frase que nos defina, o bueno si existe, pero me quedaría muy mal citarla en esta columna.

15 de octubre de 2017 Por: Mabel Lara

Decía el maestro Echandía, quien fuera presidente de Colombia en 1943, que Colombia era un país de cafres; lo dijo en su momento para reprochar a los poderosos, a los adinerados que abusaban de las clases menos favorecidas y se pavoneaban sin ton ni son valiéndose de sus beneficios a costillas de los más necesitados.

Y eso que lo dijo el siglo pasado. Qué palabras mencionaría hoy si viera en lo que nos hemos convertido. La palabra cafre según la RAE es utilizada en el continente americano para referirse a personas que despóticamente infringen las normas sociales y legales pasando por encima del vecino, llegando casi a la delincuencia; también se conocen como bárbaros y crueles en el sentido estricto de la palabra.

Y eso son, unos bárbaros. Me refiero a los empresarios que han sido puestos en evidencia en los últimos años tras conocerse las prácticas de cartelización que afectan directamente los bolsillos de los consumidores colombianos.

El escándalo de la semana va por cuenta de un nuevo cartel, ahora el del cemento. Según la Superintendencia de Industria y Comercio en los años 2010 y 2012 empresas cementeras del país se pusieron de acuerdo para fijar el precio del cemento y repartirse el mercado, presionando al alza el costo del insumo de construcción hasta en un 36,8% y como suele pasar incrementando sus ventas en un 7,9% con casi 3 billones de ganancias a costillas de los ciudadanos de a pie.

Pero este es uno más porque en menos de 4 años hemos conocido similares acuerdos como el cartel del PVC, la vigilancia privada, las subastas ganaderas, el azúcar, el cacao, las boletas de los partidos de la selección Colombia y lo que es inconcebible en un país pobre y con una niñez desamparada los carteles de las frutas, los cuadernos, el papel higiénico y hasta los pañales.

Lo grave del asunto en Colombia es que la cartelización en su mayoría está en los productos de la canasta básica, consumidores de bajos recursos son las principales víctimas de los carteles empresariales y el dinero que invierten comprando servicios o bienes nunca se les devuelve pese a las sanciones económicas de las SIC, porque ese dinero va directo al Estado y no al bolsillo de los afectados.

Muchos me dirán que en todas partes del mundo hay cartelización y autoridades sancionando, pero lo que me sorprende es que en un solo periodo de trabajo de un superintendente nos hemos enterado de diferentes arbitrariedades y en distintos ámbitos del mercado. ¿Cuánto entonces nos han robado y no nos hemos dado ni por enterados?

Qué abuso, cuánta tiranía, el maestro Echandía tenía razón, somos un país de cafres perpetuos porque hemos privilegiado el modelo del abuso en todos los ámbitos y no existe hasta el momento una mejor frase que nos defina, o bueno si existe, pero me quedaría muy mal citarla en esta columna.