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Socialismo siglo XXI

Para imponer ese régimen se requiere del clientelismo que vive de esa especie de dictadura que nace en una elección popular, eligió al alcalde Ospina y lo protege

17 de octubre de 2021 Por: Vicky Perea García

Llegó a Cali, con su mezcla de populismo que justifica el desorden con el populismo, la destrucción y el clientelismo que paga a quien se pliegue a sus intereses, y la parálisis o desmantelamiento de la iniciativa privada como motor de la economía y del progreso. Es la doctrina del régimen que se tomó la alcaldía y se mantiene con el silencio cómplice.

Hay varias formas de entender el papel del Estado en el gobierno de una sociedad. Una es centralizar en quienes tienen el poder y la facultad para disponer lo que puede o no puede hacerse, es decir, de afectar la libertad que es el motor de la sociedad democrática, desatando el miedo y la amenaza e instigando a los ciudadanos unos contra otros con el argumento de las injusticias y las reivindicaciones.

Y de usar la capacidad para disponer de los recursos públicos a discreción, aprovechando que quienes tienen el control político se pliegan a los designios del gobernante a cambio de puestos, cuotas y contratos. Para ello utiliza la publicidad pagada y la infamia, mientras la corrupción se apodera del patrimonio público. Y la ciudad, que padeció el racionamiento de combustibles y alimentos, que aún sufre la falta de servicios públicos como el trasporte o la semaforización, siente aterrada cómo el vandalismo sigue causando estragos.

La otra forma de gobernar es la de garantizar el orden y defender la libertad de empresa para generar progreso. Como ejemplo, eso fue lo que se hizo en 1970 con el programa de desarrollo que impulsó la construcción. Durante cincuenta años, las ciudades han encontrado en esa estrategia y en la actividad privada uno de sus motores para entregar soluciones sociales y permitir a los municipios más ingresos a través de los impuestos generados por su cadena productiva.

Pero eso ya no parece posible en Cali. Decenas de proyectos para construir miles de apartamentos y miles de empleos estables, naufragan en los trámites y autorizaciones que exigen el Dagma, Emcali, y todas las entidades del municipio, y se enredan en Planeación Municipal en espera de la varita mágica para las licencias. Muchos de ellos están en el escritorio de Roycito Barreras, aguardando la resolución que él firma de acuerdo con sus extraños criterios o del favor que él disponga.

Para imponer ese régimen se requiere del clientelismo que vive de esa especie de dictadura que nace en una elección popular, eligió al alcalde Ospina y lo protege. Es fundamental para que paralice los organismos de control y 17 concejales aprueben cosas como la ampliación del objeto social de Emcali o la Emru o autoricen vigencias futuras por $80.000 millones para evadir con descaro las leyes de Contratación y de Garantías.

Ese es el socialismo siglo XXI que trajo el alcalde Ospina. Violencia que destruye y divide, que afecta las libertades y paraliza con el miedo, repartir la plata propiedad de todos los caleños y obstaculizar la iniciativa privada. Y sobre todo corrupción, reparto del poder entre quienes respalden sus dictados o desierto e insultos para quien no esté de acuerdo.

Y el corazoncito, los discursos en un lenguaje confuso y los miles de millones de pesos para limpiar su imagen y ocultar el rotundo rechazo a sus tropelías.

Ese es el socialismo siglo XXI del que ya nos dieron la prueba entre abril y junio y aún se ve en la destrucción, el desgobierno y la violencia que ronda en las calles de la “amada Cali”.

Sigue en Twitter @LuguireG