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Otra vergüenza

En Colombia impera el derecho relativo que tanto les gusta a muchos abogados y beneficia a los criminales

7 de mayo de 2022 Por: Vicky Perea García

Para despedir al capo de una de las organizaciones criminales más monstruosas que se han podido desarrollar en Colombia y en el mundo, sus segundos decretaron paro armado. Y el caos aparece en un país que mira la escalada de violencia como un problema del gobierno y de la Policía y no como lo que es, un desafío de criminales comunes a toda la sociedad.

El antecedente no puede ser más revelador de lo que nos cuesta a los colombianos tener un Estado frágil debido a que pocos lo respaldan. A alias Otoniel, un criminal que armó un imperio del crimen más peligroso que el de Pablo Escobar y los carteles de Cali y de Medellín, lo capturaron luego de años de persecución.

Pero no sabían qué hacer ni cómo hacerle pagar el desastre que ha causado en Colombia. Entonces, y como ha ocurrido con miles de narcos, lo extraditaron a Estados Unidos para que allá lo condenen por cualquier cosa y lo metan a la cárcel. Es el enésimo reconocimiento de la impotencia de nuestro Estado frente al crimen que se enmascara con una resolución administrativa para que otro asuma el deber que nosotros no cumplimos: aplicar la justicia.

Es decir, castigar los narcotraficantes para que se reconozca que el que cometa un acto que atenta contra la sociedad debe pagar con su libertad. De eso se trata el derecho penal. Pero aquí no, pues en Colombia impera el derecho relativo que tanto les gusta a muchos abogados y beneficia a los criminales, los convierte en víctimas y los eleva a delincuentes políticos para burlar la obligación de sancionarlos.

Por eso, ‘Otoniel’ fue extraditado en medio de la protesta de muchas organizaciones no gubernamentales y de casi todos los candidatos a la Presidencia encabezados por Petro para que no lo extraditen. Ellos saben que nunca dirá nada, pero lo defendieron para conseguir votos, sumándose a esa tendencia de reconocer a los narcotraficantes como exitosos empresarios que generan empleo y ponen orden.

Ahora, quienes lo reemplazaron le dieron una despedida matando diez personas, quemando centenares de vehículos, bloqueando más de cincuenta municipios. Es decir, sembrando el caos, ante el silencio mudo y bochornoso de los candidatos que rechazaron su extradición y los reclamos para que ‘Otoniel’ sea considerado delincuente político.
Y las autoridades muestran su sorpresa por la embestida de la banda que encabezaba el que puede considerarse más tenebroso que Pablo Escobar, quien tiene negocios con todos los carteles del mundo para llevarles la cocaína que produce, y comercializa la que fabrican el Eln y las Farc, para lo cual destruyen la Costa Pacífica, Antioquia, Urabá, Córdoba y etcétera.

Después, el personaje será historia, sus sucesores continuarán el negocio y el crimen seguirá su curso, mientras a ‘Otoniel’ lo pudren en una cárcel gringa al lado del ‘Chapo’ Guzmán y ‘Simón Trinidad’. O lo liberan como suelen hacerlo con los delatores, desencadenando una vendetta más para recuperar sus propiedades, como sucede con frecuencia en el Valle.

Y todos tan tranquilos: después del escándalo de siempre, la elección terminará y al nuevo presidente le tocará seguir enfrentado a la organización de ‘Otoniel’. Y en caso de que gane Petro, negociará con los bandidos y reclamará la liberación del jefe.

Así pasaremos la página, mirando para otro lado y esperando que otro haga lo que nosotros no podemos o no queremos hacer: acabar con un delito que destruye nuestra sociedad.

Sigue en Twitter @LuguireG