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¿Fuera de sitio?

Es como si no quisiéramos entender que nuestra sociedad está siendo destruida por el narcotráfico, su enorme poder de corrupción y su capacidad para financiar la delincuencia

28 de febrero de 2021 Por: Vicky Perea García

Diecinueve toneladas de cocaína capturadas en Alemania, provenientes de Paraguay; siete toneladas en los Países Bajos, provenientes de Panamá; dos toneladas en Francia, provenientes de Brasil. ¿De dónde sale esa carga de muerte?

Esas cifras son apenas una parte de un volumen aterrador. Allí no están incluidas las 498 confiscadas el año pasado en Colombia o la destrucción de 5447 laboratorios clandestinos. Ni las 9,2 toneladas confiscadas en la operación ‘Atalanta’ realizada en Cauca y Valle en los primeros 17 días de este mes, de las cuales 5,4 toneladas eran cocaína. En Cali, la Policía informó el pasado 17 de febrero que decomisó dos toneladas de estupefacientes dirigidas al consumo interno.

No es descabellado afirmar que todas esas toneladas capturadas en Alemania, en Francia o en Bélgica, se originaron en Colombia, así los puertos de embarque estén en Paraguay, en Brasil o en Panamá. Es un inmenso mar de cocaína que no es difícil saber dónde se produce la materia prima, para qué sirven las doscientas mil hectáreas de coca sembradas aquí, dónde se elaboran y a qué se debe la tragedia que viven Tumaco, Argelia en el Cauca, Buenaventura, el Chocó, las calles de Cali y de todas las ciudades de Colombia.

También es claro que mucha de esa cocaína fue sacada por Venezuela, aprovechando la franquicia que allá otorgan el régimen de Maduro y los militares a los narcotraficantes vestidos de guerrillas del Eln, de integrantes de la Segunda Marquetalia, de disidentes de las Farc, a esas organizaciones que pagan por la protección o son socios de los militares y funcionarios de la revolución bolivariana. En el otro lado, el océano Pacífico es autopista por donde transitan centenares de cargamentos con rumbo a los Estados Unidos, México o Centroamérica, producidas en Colombia y embarcadas aquí o en Ecuador.

Fuera de nuestro país, muchos participan. Y están los consumidores que en Europa hacen posible que se incauten veintitrés toneladas en un día. Las veintinueve toneladas capturadas esta semana en Europa valen 4800 millones de euros, 21 billones de pesos. ¿Cuántas toneladas no son capturadas y son ingeridas en países cuyas autoridades se hacen los de la vista gorda y no persiguen las enormes sumas de dinero que se lavan en su sistema financiero?

Ese es el tamaño de la amenaza del narcotráfico para los colombianos, mientras el mundo se desentiende del aterrador flujo de riqueza que genera. Entre tanto, quienes controlan la política en nuestro país viven en una polémica eterna sobre el acuerdo de paz con las Farc y se preparan para unas elecciones, urdiendo coaliciones donde caben toda suerte de personajes de dudosa ortografía. Es como si a Bogotá no llegará siquiera el eco de esa tragedia monumental.

Es como si no quisiéramos entender que nuestra sociedad está siendo destruida por el narcotráfico, su enorme poder de corrupción y su capacidad para financiar la delincuencia, un negocio multinacional del cual nosotros nos quedamos con la peor parte. Aquí está la violencia, aquí se deshace la legitimidad del Estado y su capacidad para combatir esos criminales, aquí se pone contra la pared a la Fuerza Pública y se empeñan en mostrarla como genocida.

Quizás esta columna esté fuera de sitio porque se refiere a un asunto que al parecer ya es parte del paisaje. Pero la amenaza está allí, y hay que llamar la atención sobre el enemigo más grande de la sociedad a la cual uno pertenece.

Sigue en Twitter @LuguireG