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¡Sun Yang orina violeta!

Hace un par de días el nadador francés Camille Lacourt salió desilusionado...

12 de agosto de 2016 Por: Liliane de Levy

Hace un par de días el nadador francés Camille Lacourt salió desilusionado (y asqueado) de una competencia en la que quedó quinto, gritando “¡Sun Yang, orina violeta!”. Para luego elaborar: “Me da tristeza ver mi deporte degenerar de esta manera. Me dan ganas de vomitar ver a tramposos sobre el podio. Quiero olvidar este deporte convertido en negocio...”. Se refería a la participación (exitosa) del campeón chino involucrado en sospechas de severo doping. Luego y con la misma vehemencia, el gran Michael Phelps (23 medallas olímpicas) expresó su amargura porque “una persona controlada positiva (por doping) no solo una vez sino dos o varias veces, tenga la oportunidad de nadar en estos juegos; me parte el corazón. ¡Eso perjudica la esencia misma del deporte!”. Lo cierto es que el ‘doping’ vino a mancillar los Juegos Olímpicos en Río desde un principio y se volvió obsceno cuando la delegación rusa de 387 deportista fue acusada por las autoridades competentes de ser sometida en forma masiva y oficial a la práctica del doping. Se esperaba su exclusión total, pero el Comité Olímpico encontró la manera de admitir a 270, considerándolos ‘limpios’. Una decisión que suscitó escepticismo. Y eso es, solamente, parte de las dificultades que padecen los Juegos Olímpicos en Río. Atribuidas al Brasil en el año 2008, pretendían recompensar un país en pleno desarrollo (y miembro del Bric), liderado por el muy popular presidente Lula y convertido en superpotencia regional. Pero los tiempos cambian y llegó la hora de realizar los Juegos cuando Brasil pasa por una severa crisis económica, agravada por un escándalo en corrupción que no solo envuelve al expresidente Lula sino que también hunde en el lodo a su sucesora Dilma Rousseff quien se encuentra a punto de ser destituida de su cargo, acusada de maquillar cifras relacionadas con el presupuesto nacional, para beneficios propios y de amigos.El todo sumergido en un ambiente malsano de violencia extrema urbana, con pandillas armadas, injusticias crónicas, desigualdades abismales, desempleo, inflación galopante, la amenaza terrorista y para rematar, el espectro del Zika, una epidemia especialmente virulenta en Brasil. Por lo tanto la inquietud y la prevención persisten y persistirán hasta el final de los Juegos. Y lo cierto es que ya surgieron incidentes. Para citar algunos comienzo con el bochornoso incidente diplomático que provocó la delegación libanesa al negarse a compartir un bus de transporte con la delegación israelí. Su promotor fue regañado en Río, pero alabado en Líbano, en abierto desafío a todos los valores de armonía y paz que los Juegos representan. También el incidente (sexual) de aquel boxeador marroquí que violó a dos mucamas del centro que habita... O la absurda riña entre fanáticos argentinos y brasileños en un partido de tenis. Incidentes lastimosos, pero al parecer inevitables en medio de la tensión que surge cuando se combinan deporte, política, patriotismo, internacionalismo, autenticidad y espectáculo. Las emociones priman, el dinero impone su ley, y la humildad y la ética que predicaba Pierre de Coubertin se convierten en brutalidad y corrupción.Pero no todo es negativo en los Juegos Olímpicos de Río. Es importante recalcar el enorme esfuerzo realizado por sus organizadores para regalarnos la espléndida ceremonia inaugural, llena de colores, poesía y ritmo; y un maravilloso mensaje ecológico. También aplaudir la belleza de los estadios y piscinas construidos para la ocasión. Y sobre todo, regocijarnos ante la emocionante participación de aquella nadadora refugiada siria o aquellos afganos y sudaneses que a pesar de la guerra que los quiere aniquilar, lograron llegar a Río a mostrar que están vivos y felices de estarlo.