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Las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, en su recta final, acaparan la atención de los norteamericanos y del mundo. ¿Trump o Biden? ¿Biden o Trump?

29 de octubre de 2020 Por: Liliane de Levy

Las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, en su recta final, acaparan la atención de los norteamericanos y del mundo. ¿Trump o Biden? ¿Biden o Trump? Hay que escoger y a veces la decisión se dificulta. A Trump muchos (quizás la mayoría) no lo aguantan más con sus fanfarronadas, su ego estúpido, sus insultos, sus repetidas exageraciones y su manera de manejar la primera superpotencia del mundo como si fuera su finca privada. Lo quieren sacar de la Casa Blanca a toda costa y su consigna es ‘Todo, menos Trump’. Pero Biden tampoco convence, por su edad, su fragilidad e incluso la lluvia de acusaciones sobre su honestidad que no fueron lo suficientemente aclaradas ante la opinión.

El sentimiento que describe al elector norteamericano que hoy en día deposita su voto con dudas y temor recuerda un chiste que escuché hace tiempo. Cuenta que un escalador de montañas un día se deslizó y quedó colgado en una cuerda sobre un profundo abismo. Sin saber qué hacer comenzó a gritar y a pedir ayuda: “¿Alguien me puede ayudar? ¿Alguien me puede ayudar? De repente escuchó una voz misteriosa que le contestó: “Sí, hijo mío estoy aquí y te voy a ayudar si sigues mis instrucciones sin vacilar. De inmediato suelta la cuerda que tienes en tus manos y déjate caer tranquilamente en el abismo. Dos metros antes de llegar a tierra, dos manos enormes se abrirán, te recogerán y te colocarán ¡sobre la tierra firme!” El escalador escuchó la voz, pensó por un par de minutos y volvió a gritar con desespero: “Alguien más me puede ayudar?”. Esta es exactamente la sensación que embarga al elector norteamericano a la hora de depositar su voto sea para Trump o para Biden. Se siente caer en un abismo de incertidumbre. Y se pregunta incrédulo ¿por qué, en este gran y poderoso país que es Estados Unidos, no hay alguien más por quién votar?

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Tiene razón el presidente Duque en Colombia de descartar -por lo menos por un tiempo más- la idea de reconfinar a todo el país ante las amenazas de una segunda ola del horrible Covid-19 que se anuncia en todo el mundo como “más lenta pero también más mortífera”. Un tiempo prudente a ver cómo se comporta. A sabiendas que la vida y la salud de los colombianos es sin duda alguna lo más importante, el Presidente se resiste a aplicar otra vez el castigo del confinamiento a sus ciudadanos porque es, sin duda, el instrumento sanitario más destructor de todos.
Encerrarnos para protegernos desata quiebras en cascada, desempleos masivos, años de trabajos arruinados, y una crisis social aún más grave y peligrosa que la crisis económica que nos dejó la primera ola. Un instrumento que mataría a todos, enfermos y no enfermos. El país no lo soportaría.

Sin embargo al no confinar el Gobierno debe hacer su tarea mejorando sus capacidades para atender a contagiados y enfermos. ¿Cómo? Aumentando las pruebas, aislando a los contagiados y a los enfermos, reclutando y formando enfermeros, contando con un número suficiente de médicos, alistando más camas y más respiradores en los hospitales, etc. Y también -yo diría sobre todo- responsabilizando de lleno a los ciudadanos por la evolución de la pandemia, con la obligación -fervorosa- de acatar todas las recomendaciones sanitarias brindadas por las autoridades competentes, con la disciplina que se necesita. De ellos depende todo.