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Lockerbie, revisitado

Da la impresión de que en nuestro mundo, cada día más metalizado...

23 de julio de 2010 Por: Liliane de Levy

Da la impresión de que en nuestro mundo, cada día más metalizado y cruel, no queda espacio para la decencia y la humanidad. Sobran las evidencias. En estos momentos salen a relucir nuevas revelaciones sobre el horrible atentado perpetrado el 21 de diciembre de 1988 sobre el pueblo escocés de Lockerbie, contra un avión comercial de Pan Am que efectuaba su recorrido entre Londres y Nueva York. Allí murieron 270 personas, en su mayoría norteamericanas, incluyendo a un gran número de universitarios que volvían a su país tras cumplir un programa humanitario. Después del atentado y largas investigaciones, se responsabilizó a Libia y a su dictador vitalicio Muammar al-Gaddafi de lo ocurrido. Luego se impusieron sanciones y el pago de cuantiosas indemnizaciones a los familiares de las víctimas. Finalmente, en el 2003, el mismo Gaddafi aceptó la responsabilidad y quiso colaborar entregando a dos terroristas que fueron procesados en Holanda por jueces escoceses; uno de ellos, Abdelbaset al Megrahi, fue encontrado culpable y condenado a cadena perpetua. Sin embargo, hace poco menos de un año Al Megrahi fue súbitamente liberado por una corte escocesa, con el argumento de que padecía un cáncer de la próstata terminal y le quedaban tres meses de vida. De modo que, por consideraciones humanitarias, se decidió enviarlo a morir a su país. Entonces salió de prisión y viajó a Libia, donde -ante la sorpresa y el repudio del mundo entero- fue recibido como héroe nacional. El mismo hijo de Gaddafi (y seguro sucesor) lo escoltó en su triunfal recorrido por el país hasta el palacio de su padre, quien lo abrazó, lo besó y lo congratuló. Y, para colmo, contrariamente a lo que dictaminaron los médicos escoceses, al cabo de un año de libertad, Megrahi vive todavía. El escándalo fue total y la consternación también. Pero al parecer a los dictadores –aun los más despiadados - se les perdona todo y máxime si son ricos como Gaddafi. Y, por eso, rápidamente el mundo se olvidó del asunto.Volvió a surgir ahora cuando el gigante petrolero British Petroleum, BP, se vio implicado en la ‘marea negra’ del Golfo de México y que en todas las investigaciones sobre sus malos manejos se le descubrieron otros pecados mayores como aquel relacionado con Lockerbie. Resulta ahora que, en el año 2007, BP hizo ‘lobby’ (o presión para influenciar) con el Gobierno laborista inglés para agilizar transferencias de detenidos libios, entre los cuales se incluyó al terrorista Megrahi, y así favorecerse con firmas de contratos petroleros billonarios ‘offshore’ con el dictador Gaddafi. Y funcionó. Ahora se espera el 29 de julio para ver qué sucederá cuando los responsables de BP enfrenten al Senado norteamericano para explicar su comportamiento. De todas maneras, todo esto huele a podrido y da asco. Entretanto, las relaciones entre Estados Unidos y Gran Bretaña se encuentran lastimadas… y la primera visita del nuevo primer ministro inglés David Cameron a Washington no logró evitar el gran malestar que impidió que los dos ‘aliados’ puedan dedicarse a cosas urgentes como la economía o la guerra en Afganistán, que los afecta a ambos. Lo de BP y Lockerbie se convirtió en prioridad de la reunión, para la opinión y los medios en general. Con todo el enojo y la vergüenza que suscitan. Lo que trae a mi mente aquella frase siniestra que cada día cobra más credibilidad: ‘entre más frecuento a los hombres, más amo a mi perro...’