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Intervenir, sí pero no

La ley internacional habla claro: la intervención extranjera en los conflictos internos...

30 de agosto de 2013 Por: Liliane de Levy

La ley internacional habla claro: la intervención extranjera en los conflictos internos de cualquier país queda totalmente prohibida y es ilegal. El caso de Siria, en plena guerra civil desde hace más de dos años no escapa a esta ley categórica que las Naciones Unidas defiende en principio y trata de aplicar. A pesar de las 100 mil vidas sacrificadas y la brutalidad de los combatientes enfrentados y a sabiendas que la tal posibilidad de una bien intencionada intervención extranjera en Siria no puede ser autorizada por el Consejo de Seguridad de la ONU dado que Rusia y China (aliados y protectores del régimen de Bashar el Assad en Damasco) la obstaculizarán y vetarán automáticamente. Por eso existe una segunda opción para quienes buscan ayudar a los sirios oprimidos o martirizados. Tiene que ver con la ética y la compasión (tan ausentes en este conflicto) y se llama: ‘Right to Protect’ (El derecho a proteger, con sigla: R2P) adoptada por la Asamblea General de la ONU en el 2005 (para intervenir en Kosovo) y se inspira de la llamada ‘ley de injerencia’ con el fin de neutralizar a los regímenes que abusan de su población de manera flagrante o utilizan en su contra armas químicas, como se sospecha está ocurriendo en Siria. Esta segunda opción facilitaría entonces la intervención anunciada por los occidentales -encabezados por Estados Unidos- contra las atrocidades vividas y exhibidas por los medios en Siria y el inhumano uso de armas químicas contra los opositores al régimen de Bashar el Assad.Pero la verdad es que en este aterrador caso sirio la ‘ética’ no tiene cabida ninguna, y nadie se quiere entrometer. La situación en Siria se volvió tan confusa, las partes enfrentadas compiten con tanta brutalidad y crueldad contra sus respectivos enemigos, que ayudar a una parte para proteger y salvar a la otra se convierte en aventura peligrosa. Veamos: por un lado tenemos al régimen de Bashar el Assad, que no retrocede ante ninguna atrocidad para mantenerse en el poder que sustenta -en familia- por más de 30 años. Sentado sobre más de 100 mil vidas sacrificadas, millones de desplazados y el país destruido, sigue arrogante e implacable y sin ganas de ceder un milímetro ante la censura universal. Por otro lado se encuentra la oposición que comenzó -como en todas las primaveras árabes- liderada por intelectuales, laicos y liberales que solo aspiraban a mas democracia pero -así como en todas las primaveras árabes- fue usurpada por las hordas islamistas locales e importadas, todas mejor estructuradas, políticamente hablando (gracias a años de persecución en su contra) pero también fanatizadas al extremo y con el solo propósito de llegar al poder para instalar la charia y el califato. Y entonces surge el dilema para ayudar a democratizar a Siria y promover su emancipación. Los occidentales encuentran que la oposición democrática se tornó oposición islamista, tan dictatorial (o mucho más) y enemiga de Occidente que el mismo régimen despótico de Bashar el Assad. Y si Assad cae, los Hermanos Musulmanes con Al Qaeda a cuestas e incluso los Salafistas (aún más radicales), ocuparan su puesto. Toca escoger entre la peste y el cholera. Fuera de enemistarse seriamente con Rusia y China que en este conflicto sirio encuentran la oportunidad sonada de hacer quedar mal a Estados Unidos y Occidente en general.Ante el dilema y la necesidad de salvar la cara y no dejar el crimen de Bashar el Assad impune, los occidentales han decidido intervenir en Siria, pero de manera ‘proporcionada’. Aclaran que en caso de hacerlo no enviarían ejércitos sobre el terreno ni buscarán tumbar a Bashar el Assad. Solo quieren “castigarlo”, y solo cuando sus expertos les darán las pruebas contundentes de su participación en la utilización de armas químicas. Entretanto, el vecino Israel mantiene un bajo perfil y una discreción ejemplares. Pero también se ve extremadamente alerta, preocupado y preparado para cualquier eventualidad.