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De repente Estados Unidos suavizó su censura a Venezuela y el actual presidente Joe Biden le retiró discretamente su apoyo a Juan Guaidó que la oposición venezolana había elegido ‘presidente interino’.

12 de enero de 2023 Por: Liliane de Levy

A pesar de la profusión de información que llega a diario y nos ayuda a comprenderlo todo de manera sostenida, se nos siguen imponiendo situaciones literalmente indigeribles que confunden nuestros juicios y difíciles de aceptar. Van algunos ejemplos muy dicientes.

En Estados Unidos acaba de finalizar la elección del vocero (speaker) republicano Kevin McCarthy a la Cámara de Representantes, cargo de importancia en este país que corresponde al segundo en la sucesión a la presidencia en caso de alguna emergencia. Y se complicó porque el candidato necesitaba 218 votos de los 435 congresistas votantes para asumirlo y, al principio le faltaban alrededor de 20. Entonces se votó otra vez y le faltaba menos, pero no lo suficiente. Se votó otra y otra y otra vez hasta 15 veces hasta que finalmente el señor Kevin McCarthy logró merecer el cargo.

Entretanto el Congreso y el país entero paralizados, y el mundo observando el fenómeno con asombro. Y nos preguntamos “si un congresista vota una y dos veces en contra de un candidato cualquiera, ¿por qué seguir votando a sabiendas que no quiere a este candidato?”. Recibí la respuesta al ver cómo entre una elección fallida y otra se negociaba el voto a cambio de favores y regalos a los votantes. En resumen, asistimos -sin medir su gravedad- a la corrupción política en marcha. Y en el país supuestamente más democrático del mundo. Indigerible.
En Venezuela el presidente Nicolás Maduro está de pláceme. La suerte le sonríe de todos lados. Ya pasaron los disgustos de la presidencia de Donald Trump en los Estados Unidos que lo acusaban de narcotráfico y ponían un alto precio de 15 millones de dólares sobre su cabeza. Todo cambió.

La guerra en Ucrania es una tragedia en Europa, pero una bendición para la Venezuela de Maduro ya que el escaso suministro energético provocado obliga a mirar a Venezuela con otros ojos y otros intereses.
De repente Estados Unidos suavizó su censura a Venezuela y el actual presidente Joe Biden le retiró discretamente su apoyo a Juan Guaidó que la oposición venezolana había elegido ‘presidente interino’. Juan Guaidó terminó relevado de su cargo y Nicolás Maduro aplaudió aliviado. Luego, Joe Biden levantó múltiples sanciones contra la industria petrolera venezolana y gracio a un sobrino de Maduro acusado de delitos varios. Y al parecer envió una delegación semisecreta a Venezuela para negociar compra de combustible venezolano. Finalmente, las elecciones de Petro en Colombia y Lula en Brasil le dieron una carga de oxígeno al gobierno de Maduro quien de repente se pavonea en la región como hombre de confianza y hasta garante de la paz colombiana. Todo eso mientras que los venezolanos salen por millones del país en aviones, buses y la mayoría a pie, huyendo de la miseria y la dictadura corrupta.

Siguiendo sobre el tema de la democracia, desconcierta para decir lo menos, el discurso de nuestro presidente Gustavo Petro durante su breve visita a Chile. Allá Petro condenó duramente al expresidente saliente brasileño Jair Bolsonaro por su responsabilidad en los violentos disturbios que se apoderaron de Brasil, alegando fraude en las elecciones que le dieron la victoria a Lula. Reclamos infundados y totalmente antidemocráticos y los reproches emitidos por Petro válidos y los aplaudimos. Pero lo que extraña es que en su ferviente discurso a favor de la democracia Petro no haya mencionado para nada a países tan abiertamente violadores de los derechos humanos como Cuba, Venezuela o Nicaragua. Por más que nos guste Petro, su política partisana nos resulta absurda. Indigerible.