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Fútbol y sociedad

Siempre se dijo que un equipo de fútbol nacional refleja el tejido...

9 de julio de 2010 Por: Liliane de Levy

Siempre se dijo que un equipo de fútbol nacional refleja el tejido social del país al cual pertenece. En su etnicidad, su economía, su cultura, su grado de honestidad, de emancipación, etc. Pensando en esto observé al equipo alemán -cuyo desempeño en este Mundial fue honroso llegando hasta la semifinal- conformado de jugadores ‘multi-culti’ o sea de múltiples orígenes y culturas, que debe tener a Hitler revolcándose en su tumba. ¡Qué bueno! Allí en su liga mayor y en representación de Alemania, vimos al turco Ozil, al brasileño Cacau, al tunecino Khedera, a los polacos Klose y Podolski, al ghaneano Boateng. En fin, a un conjunto muy eficiente, que demuestra cuánta riqueza y poder aporta la diversidad étnica a una sociedad.En este mundo cada día más pequeño y más ‘mezclado’, aprender a vivir juntos, en armonía, es una obligación. En Alemania es un gran logro. No se puede olvidar que los alemanes se demoraron en aceptar la nueva realidad del mundo y que, hasta hace pocos años, Alemania sólo concedía la nacionalidad a quienes podían probar lazos sanguíneos con el país. Ahora las leyes son menos severas y a la luz del buen desempeño de su equipo, se espera que acceder a la ciudadanía alemana será aún más fácil. Ojalá, porque en Europa y en especial en Francia el proceso de integración de las minorías étnicas a la sociedad se está complicando. Y a raíz del Mundial, se encuentra duramente cuestionado.Francia siempre fue tierra de asilo para los perseguidos y refugiados del mundo. Lo experimenté cuando en los años 50 Egipto (país de mí nacimiento y de mis antepasados) expulsó a más de 80 mil judíos, desprovistos de todas sus pertenencias. Francia fue el único país que abrió sus puertas para acogerlos, sin trabas. Simultáneamente llegaban a Francia refugiados húngaros huyendo de la dictadura comunista. Y siempre fue así a lo largo de los años y con todos los asilados del mundo. Por eso Francia hoy es un país multiétnico por excelencia. Y en 1998, cuando su equipo de fútbol apodado ‘Blacks, Blancs, Beurs’ (negros, blancos, magrebinos) ganó el Mundial, los franceses consideraron el triunfo como una recompensa a su generosidad y a su exitosa condición de país de asilo. Pero la verdadera integración todavía no se da. Los principios republicanos de igualdad, libertad y fraternidad, sumados a la laxidad, exigidos por la sociedad francesa, no fueron bien digeridos por todos los inmigrantes. De allí los enfrentamientos hasta que pasó lo del Mundial de este año, con un equipo francés de grandes estrellas del fútbol, multicultural por excelencia pero totalmente descoordinado y ajeno a las expectativas que suscita en su país. Desde un comienzo demostró que ‘no sentía la camiseta’ y la opinión se desató en su contra. Reprocha a sus jugadores no hablar francés; no querer cantar la Marsellesa cuando toca hacerlo; no mostrar ninguna voluntad para una buena representación de Francia; ser maleducados, ignorantes; ingratos, soberbios, estúpidos. Todo es cierto y el papelón que hizo en Sudáfrica resultó grotesco.Entonces los franceses se preguntan si su política de tierra de asilo fue una equivocación. Hay una corriente extremista y peligrosa que contesta afirmativo. Pero, la mayoría de los franceses atribuye la conducta de su equipo en el Mundial a otros motivos, como por ejemplo el exceso de dinero que todo lo corrompe. Y quiere que no se le dé tanta importancia a lo que pasa en fútbol.