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Erdogan, el “nuevo Nasser”

¿Cuántos lectores sabían del primer ministro de Turquía, Tayyip Erdogan hace un...

9 de febrero de 2017 Por: Liliane de Levy

¿Cuántos lectores sabían del primer ministro de Turquía, Tayyip Erdogan hace un par de años? Pocos, sin duda. Sin embargo, hoy este hombre, en el cargo desde que su ‘Partido Islamista de la Justicia y el Desarrollo’ ganó las elecciones en el 2002, domina los titulares de noticias internacionales. Sólo porque desde hace algún tiempo un cambio radical se registra en el manejo de Turquía –potencia económica, miembro del G-20, con 80 millones de habitantes (99% musulmanes), ubicada entre Europa y Asia–.Aparentemente busca extender su liderazgo más allá de sus fronteras. Desdeñada por Europa que pasó años vacilando sobre su inclusión en su Comunidad, Turquía bajo la administración Erdogan decidió cambiar de bando y tornarse hacia el Medio Oriente y el mundo musulmán, donde palpa un vacío de liderazgo.La estrategia para lograrlo ha sido lenta, pero consistente y la inició por medio de un progresivo y calculado distanciamiento de Estados Unidos e Israel, países considerados hasta la fecha como sus mejores aliados. Pero durante la Segunda Guerra del Golfo la prensa turca, apoyada por el Gobierno, se extendió en descripciones sobre las “atrocidades norteamericanas” en Iraq.Contra Israel, Erdogan aprovechó la mediatizada Conferencia en Davos –después de la guerra en Gaza– para censurar a Israel durante un altercado con el moderado y diplomático presidente israelí Shimon Peres. Desde entonces el tono belicoso contra Israel y Estados Unidos se impuso. Mientras que sus lealtades giraban hacia el bando opuesto. Primero se amistó con el grupo palestino Hamas que de inmediato legitimizó pese a sus excesos contra opositores de Fatah, llegando a expulsarlos a todos de Gaza para establecer un Gobierno islamista de No-reconocimiento de Israel. Luego Erdogan se acercó a Irán y Rusia y a otros países como Brasil para formar parte de un movimiento parecido al antiguo ‘no alineado’ alejado de Estados Unidos, aunque asociado con las peores dictaduras del planeta. Tal política se fue consolidando hasta llevar al lamentable incidente de la flotilla ‘humanitaria’ turca que insistió en romper el bloqueo israelí-egipcio sobre Gaza y causó pérdida de vidas humanas.¿Quién perdió a Turquía?, se preguntan ahora los analistas norteamericanos, europeos e israelíes. ¿Y hacia dónde la quiere llevar Erdogan? Los norteamericanos culpan de lo sucedido a los europeos por no haber aceptado a Turquía como miembro de su club. Y recalcan que, desde su llegada a la Casa Blanca, Barack Obama entendió su importancia y le dedicó una de sus primeras visitas al extranjero para afirmar su apertura al mundo musulmán.Europa se defiende al subrayar que los aspectos religiosos y autoritarios de Ankara no llenaban las condiciones democráticas exigidas para pertenecer a su comunidad. Por su parte, Israel no logra comprender el cambio de comportamiento de Turquía. En efecto, desde la creación del Estado de Israel, turcos e israelíes han colaborado militar y económicamente y han sostenido las mejores relaciones.Sin embargo, Erdogan quiso cambiarlo todo. Y al declararse enemigo de Israel (junto con Ahmadinejad de Irán) se ganó a la llamada ‘calle árabe’ que lo proclama el “nuevo Nasser”. Una apelación mirada con escepticismo en Egipto y por los árabes moderados que sufrieron lo que el megalómano Nasser aportó a sus desgracias, con guerras y venenosos nacionalismos. Tampoco pueden gustar las ambiciones de liderazgo musulmán de Erdogan a sus actuales amigos, como el iraní Ahmadinejad quien aspira al mismo. Amigos hoy, enemigos mañana. Nada es lo que parece ser en esta región del mundo. Y toca analizarlo con prudencia.