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Elecciones en Israel

Quienes aman y votan por Netanyahu enumeran sus éxitos. Bibi se proyecta como ‘protector’ de Israel frente a las amenazas así como un extraordinario negociador en los manejos políticos, económicos y sociales

25 de marzo de 2021 Por: Liliane de Levy

Las elecciones legislativas del martes pasado en Israel, favorecen la permanencia de Benjamín Netanyahu en el cargo de primer ministro. Un cargo que lleva asumiendo durante 16 años (con una corta interrupción) y que al parecer mantendría por un término de cuatro más.

En estas últimas elecciones el Likud, el partido que ‘Bibi’ lidera, se alzó otra vez con más de 30 diputados en el Parlamento registrando una semi victoria. La completaría si logra reunir a la derecha israelí a su candidatura así como a otros partidos, incluyendo el árabe israelí, para contar con los 61 diputados, la mitad más uno de la Knesset (Parlamento). Una ardua y delicada operación que Netanyahu practica mejor que nadie. Lo cierto es que estas últimas elecciones, las cuartas en dos años, se consideran como un referendo sobre la personalidad de Benjamín Netanyahu. En Israel hay quienes los veneran y otros los detestan y lo quieren sacar del poder a toda costa.

Quienes aman y votan por Netanyahu enumeran sus éxitos. Bibi se proyecta como ‘protector’ de Israel frente a las amenazas así como un extraordinario negociador en los manejos políticos, económicos y sociales. Y sobre todo las relaciones internacionales. Durante la última década demostró que el país -bajo su mando- va por buen camino contabilizando proezas económicas, sanitarias, estratégicas y diplomáticas.

Apodado ‘País de start-up’ Israel vive un boom tecnológico que atrae a las grandes multinacionales en los campos automotriz, médico, armamentista, de aplicaciones de navegación, artísticos, etc. En este esfuerzo de superación participan el gobierno y dedica el 5% del PIB a la investigación y el desarrollo, la universidad, el ejército, los empresarios y los inversionistas. Con resultados impresionantes. Basta recordar que la economía israelí con 9 millones de habitantes es superior a la egipcia de 100 millones de habitantes.

En el aspecto diplomático Israel firmó históricos acuerdos de normalización (de ‘Abraham’) de relaciones con cuatro países árabes, Emiratos, Bahrein, Marruecos, Sudán, y miras a atraer a otros, como Arabia Saudita. En el campo médico Israel también se distinguió con la más rápida operación de vacunación contra el Covid-19 que permitió que el domingo 21 de marzo, el país retornara a una vida casi normal cuando los restaurantes, bares, hoteles, salas de espectáculos, estadios, colegios, abrieron sus puertas a un pueblo feliz y agradecido. Una hazaña festejada justo antes de las elecciones, el ‘timing’ perfecto a favor de Netanyahu.

Quienes repudian a Netanyahu y anhelan su retiro definitivo del escenario político de Israel suman también la mitad del país. Ellos detestan su personalidad dominante y abusiva, sus métodos sospechosos para lograr su cometido (dicen que se aliaría con el diablo con tal de ganar), su obstinación para sostenerse en el poder cuando oficialmente debe responder a cargos de fraude y corrupción asegurando que su afán de seguir como primer ministro no es por patriotismo sino por interés propio ya que la función le da una inmunidad judicial durante su mandato. Según sus enemigos si Netanyahu pierde en las elecciones va inmediato a la cárcel.
En medio de este trajín electoral surge también la reflexión: Israel lo tiene todo menos la paz y lo lograría el día que pueda arreglar su problema de coexistencia con los palestinos. Y escoger entre dos opciones: la solución de dos Estados a la cual adhiere el 66% de los israelíes o la creación de una entidad binacional que toma fuerza, sin llegar a convencer totalmente.