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El legado de Obama

Faltan pocos meses para finalizar la administración Obama y los analistas evalúan...

8 de abril de 2016 Por: Liliane de Levy

Faltan pocos meses para finalizar la administración Obama y los analistas evalúan su legado. La mayoría lo dividen en dos partes, interna y  externa, y coinciden en que  la primera le es, quizás, más favorable. Un consenso que comparto plenamente  aunque quiero destacar que Obama  siempre me gustó por su inteligencia, seriedad y ecuanimidad. Con su familia proyecta  una imagen amable, digna del cargo que ocupa. Comparado con los desconcertantes aspirantes a presidente de Estados Unidos  que en este momento desfilan ante nuestros ojos, Obama luce como un  ejemplo de respetabilidad. Sin embargo, lo vemos terminando su administración  cuestionado y criticado. En la parte interna gana algunos puntos. Paul Kruger, Nobel de economía,  los  enumera en columna del NYT. Entre otros, elogia su manejo de la economía en tiempo de crisis cuando salvó los bancos y la financiación a empresas gigantes y el empleo a millones  de norteamericanos logrando, mantener una cierta estabilidad en medio del caos que se apoderó del mundo. Y actualmente, la tasa de desempleo por debajo  del 5%. Una hazaña. Krugman también aplaude su reforma en asuntos de salud pública que a pesar de sus fallas  logró el cometido de cubrir al 90% de norteamericanos y residentes no asegurados. Finalmente, Krugman alaba  el  interés de Obama  por el cambio climático y el medio ambiente  incluyéndolos  como prioridad de su gestión. Todo eso es cierto pero sólo  en teoría. En la práctica  las cosas no son color de rosa y la gente se queja del alto costo de la vida; de los bajos salarios; de la corrupción  generalizada y ‘legalizada’ a todo nivel; de la necesidad de  batallar  para ser atendidos por cuestiones de salud, de educación, de problemas laborales; por la enorme brecha económica y social que  cada día se ahonda  entre los  horriblemente  ricos y una clase  pobre o media  que  no logra terminar sus fines de mes. Y por eso la rabia, la impaciencia y la violencia que se perciben entre la población norteamericana y se traduce con  el fenómeno de un  muy absurdo Donald  Trump como candidato favorito a la presidencia gracias a  sus  promesas de “Hacer America grande, otra vez” y resucitar el sueño americano.Respecto a  la parte de política externa de Obama  las críticas se hacen cada día más alarmantes  y severas. Y eso  a pesar que   haya matado a Bin Laden y otros líderes prominentes del terrorismo; que haya  firmado un acuerdo con Irán con miras a controlar su peligrosas ambiciones nucleares; que haya reanudado relaciones con Cuba con miras a terminar el  embargo que no consiguió  nada positivo en seis décadas... Logros que -otra vez- lucen positivos en teoría, pero que en realidad no convencen. Sus críticos los  consideran   ingenuos, inoperantes y peligrosos. Sin hablar de los evidentes  fracasos: en Afganistán donde los talibanes siguen firmes y muy activos  después de 14 años de guerra; en Siria donde Obama tardó en intervenir y permitió que Rusia vuelva a entrar en el Medio Oriente después de décadas de tenerlo vetado; en Iraq o Libia donde retiró tropas creyendo poder “liderar desde la barrera” (lead from behin); en Europa cuando dejó que Putin  se apoderara de parte de Ucrania; contra Isis  y otros terroristas que a pesar de sus enérgicas advertencias hicieron  metástasis  y se expandieron por todo el Medio Oriente, Europa, Estados Unidos y África . En su equivocada política exterior Obama descuido  a sus aliados tradicionales (Israel, países sunitas  como Arabia Saudita, emiratos del Golfo, Egipto)  para complacer a nuevos y dudosos amigos  como Irán. ¿Cómo explicar tanta confusión?  Obama lo hizo   con   una frase que se volvió  etiqueta de  su doctrina  y es: “Don’t do stupid stuff” (No haga cosas estúpidas) y que al parecer, en reunión privada  la expresó  de manera mas  pueblerina, cambiando  la palabra ‘stuff’ por ‘shit’ (mierda). Y así quedó...