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El cine iraní

Escribo esta nota bajo el efecto de la honda emoción que...

22 de julio de 2011 Por: Liliane de Levy

Escribo esta nota bajo el efecto de la honda emoción que me produjo la película iraní ‘Una Separacion’ que acaba de estrenarse en los teatros franceses. Dirigida por Asghar Fahardi, viene precedida de excelentes comentarios y galardonada por el Oso de Oro en el último Festival de Cine en Berlín. Verla me ayudó a penetrar en la muy cerrada sociedad iraní y comprender sus frustraciones y divisiones. Y quizás empaparme de esta condición de no-futuro que vive su población, aplastada por una corrupción a todo nivel y la religión que todo lo controla y asfixia. El tema de ‘Una Separacion’ es simple: se trata de una mujer que tras penosos trámites consigue visas de viaje para salir del país con su esposo y su hija. Pero el esposo se niega a ir porque su padre está enfermo y no permite que su hija se vaya con la madre. De modo que se queda solo para cuidar de su padre y de su hija y vive el infierno de los problemas que se acumulan sobre su cabeza, sin posibilidad de solucionarlos... Una historia que le puede pasar a cualquiera, en cualquier parte del mundo, pero que en Irán -dadas las limitaciones que se viven y la arbitrariedades religiosas- se vuelve insopotable. El cine iraní se ha convertido en el instrumento esencial para transmitir al mundo externo las ansias de libertad de su pueblo. Y lo logra gracias a la solidaridad de los festivales de cine internacionales que lo incluyen en todas sus selecciones. El Festival de Cannes es su escenario privilegiado. Cada año una multitud de películas iraníes llega de manera directa o indirecta y se distingue por su óptima calidad y la valentía para expresarse. En el Festival de este año, dos películas iraníes llamaron la atención. La primera es del director Jafar Panahi, condenado desde el año pasado a seis años de prisión y 20 años de cese de actividad cinematográfica por trabajos considerados “subversivos”. El año pasado no pudo llegar a Cannes en calidad de miembro del Jurado y el Festival destacó el atropello manteniendo su silla -marcada ostentosamente con su nombre- vacía en todas sus intervenciones. Al parecer Panahi ha sido liberado de prisión este año, pero quedó sin la posibilidad de trabajar. Sin embargo logró filmar de manera clandestina una película que tituló ‘Ésta no es una película’ y la envió a Cannes. Es una película íntima que relata un día de confinamiento en su apartamento, hablando de su cine, de sus protagonistas y de sus guiones censurados... Su inolvidable ‘El Balón Blanco’ fue premiada en Cannes en 1995. La segunda película iraní que vi en Cannes este año es ‘Adiós’ del joven Mohammed Rasulof. Compitió en la categoría ‘una Cierta Mirada’ y ganó el premio para mejor director. Una hazaña tratándose de un trabajo realizado en la clandestinidad absoluta y enviado de manera misteriosa al Festival, pese a que su director se encuentra en residencia forzada en Irán, sin la posibilidad de viajar. La película cuenta la historia de Nura, una abogada que no puede ejercer su profesión y cuyo marido periodista huye de la policía que lo quiere arrestar. Nura finalmente consigue sacar un pasaporte para escapar del muy cerrado y corrupto mundo que vive, pero la víspera de su partida policías irrumpen en su cuarto de hotel, le quitan sus papeles y se la llevan, sin explicaciones. Nura los sigue, sin protestar. Ella es la personificación de Rasulof, tan triste y resignada como él... En resumen el cine iraní proyecta la realidad de Irán ante el mundo. No es ingenuo ni frívolo. Al contrario, es politizado y valiente. Directores prestigiosos lo encabezan: el más conocido es quizás Abbas Kiarostami, su decano (‘El Sabor de la Cereza’, Palma de Oro en Cannes 1997; ‘Five’; ‘Copie Conforme’). También Mohsen y Samira Makhmalbaf (‘kandahar’, ‘La Manzana’, etc.); Rahman Ghobadi (‘Los Gatos Persas’); Marjane Satrapi (Premio del Jurado en Cannes, en el 2007, por su película de dibujos animados ‘Persépolis’)... Y tantos otros.