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“En política, decir la verdad es cambiar de mentira”, el dicho se...

23 de octubre de 2015 Por: Liliane de Levy

“En política, decir la verdad es cambiar de mentira”, el dicho se afirma y reafirma en el escenario mundial. Y de tantas mentiras los conflictos se enredan, se vuelven absurdos, se contradicen y vuelven su solución imposible. Disfrazados bajo el manto hipócrita de la llamada diplomacia suelen defender sus propios intereses con el apoyo de las redes sociales que ellos manejan y la complicidad de medios amañados, parcializados o simplemente perezosos. Veamos un ejemplo flagrante de la mentira político-diplomática se observa en Cuba donde la palabra “libertad” se ha convertido en políticamente incorrecta y vetada de toda discusión relacionada con los problemas de la isla castrista. En artículo de prensa reciente el catedrático y experto analista cubano José Azel recuerda que en su homilía en La Habana en 1998 el papa Juan Pablo II mencionó la palabra “libertad” 17 veces. En cambio, hace pocos días el Papa Francisco no lo hizo del todo durante su visita a Cuba. También en el año 2007 el presidente George Bush incluyó en su discurso ante la Asamblea anual de la ONU un requisito urgente de libertad para el pueblo cubano diciendo: “...Las Naciones Unidas deben insistir en libertad de expresión y de reunión así como en elecciones libres y competitivas”. En cambio en su reciente intervención en la ONU el presidente Obama evitó la palabra “libertad” al hablar de Cuba y, a duras penas, sugirió “...Tenemos diferencias con el gobierno cubano. Seguimos apoyando los derechos humanos y tratamos estas diferencias a través de las relaciones diplomáticas así como mayor comercio y conexión entre los pueblos”. Al parecer, la lucha por la libertad en Cuba pasó a segundo plano para no molestar al gobierno castrista y obstaculizar los intercambios comerciales que se proyectan.El conflicto israelo-palestino es otro ejemplo revelador de una distorsión deliberada tanto de sus raíces como de sus verdaderos propósitos. Y se ha vuelto insoluble por culpa de una carga emocional exacerbada por el fanatismo religioso y los intereses creados a su alrededor que lo alimentan con saña. Hoy en día pasa por uno de sus peores momentos. Para discutirlo de manera racional toca buscar en una enciclopedia cualquiera (Wikipedia en Internet es de fácil acceso) para ver cómo comenzó y por qué se desbordó de manera nefasta. Me dirán que todo el mundo lo sabe pero les aseguro que en la confusión y el caos, muchos se olvidaron de la verdadera historia y solo quedan distorsiones y falsas premisas.Por falta de espacio abreviemos el cuento sin recurrir a argumentos místicos y de otro mundo, sacados de la Torah y el Corán. Quedémonos en este mundo real para señalar que durante seis largos siglos el Medio Oriente fue dominado por el Imperio Otomano (así como grandes áreas de Europa y el norte de África). La Primera Guerra Mundial causó la derrota y la caída del Imperio Otomano y el Califato y entregó estas tierras a Gran Bretaña y Francia que se las repartieron y las controlaron según los dictados de los famosos acuerdos Sykes-Picot (mayo 1916); diseñando fronteras y colocando gobernantes a su antojo. Así se crearon y conformaron países como Iraq, Siria, Líbano, Jordania. Después de la Segunda Guerra Mundial la tierra que quedó de Palestina y donde por siglos vivían musulmanes, judíos y cristianos -siempre dominados y jamás libres- fue dividida en dos Estados: uno judío y otro árabe. Las Naciones Unidas legitimaron la división en noviembre de 1947 por voto universal. Los judíos la aceptaron y crearon su Estado en mayo de 1948. Los árabes la rechazaron y declararon la guerra a Israel apoyados por cinco países árabes de la región. Una guerra que degeneró en otras. Y sufrimientos para todos.