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¡Taxi!

Es triste ver cómo en un país como Colombia, con tantas necesidades...

16 de mayo de 2014 Por: Laura Posada

Es triste ver cómo en un país como Colombia, con tantas necesidades ávidas de ser solventadas, se volvió deporte ir en contravía de la modernidad y, sobre todo, del progreso y buen desarrollo. Es lo que está pasando con la polémica que se ha generado entre el gremio de taxistas y la multinacional Uber en Bogotá y que ya empieza a afectar a Cali. Una pelea a la que se suma ahora el Ministerio de Transporte, que declara ilegal el servicio que presta la empresa estadounidense y dispuso que la Policía hiciera retenes para bajar a los usuarios de Uber de los vehículos y posteriormente inmovilizarlos. Las nuevas tecnologías han evolucionado en aplicaciones de servicios alrededor del mundo y afortunadamente cada vez con más incidencia en Colombia, las cuales suponen -y está demostrado- mejores experiencias para quienes las utilizan en términos de practicidad, comodidad, rapidez y seguridad. Una herramienta imprescindible en medio de este entorno ajetreado, en donde cada vez hay menos tiempo para todo. Uber es una compañía desarrolladora de software y a través de su aplicación móvil hace el enlace entre usuarios y conductores de vehículos/taxis blancos, los conectan. Bajo ninguna óptica constituyen una empresa de transporte público. Esta compañía, fundada en San Francisco, California, en 2009, y su aplicación, son utilizadas por personas en más de 40 países. Es claro que no están improvisando, a diferencia de lo que ocurre con muchas de nuestras leyes en Colombia, entre ellas y en especial las de transporte y movilidad, en las que ni siquiera improvisamos, peor aún, somos olímpicos. Pretender que esta aplicación deje de funcionar es un despropósito. Así como inaceptable que el Estado y sus representantes desconozcan lo imprescindible de los avances tecnológicos y se dediquen a poner más trabas a un caos que requiere de soluciones prácticas e inmediatas. Qué bueno sería, por ejemplo, que esos retenes se hicieran con la misma celeridad para evitar tantos atracos y paseos millonarios; para erradicar los taxímetros adulterados; para sancionar a los que van en contravía, se pasan el semáforo en rojo y andan a gran velocidad; para prohibir las groserías, la gritería, así como las excusas con las que se niegan a prestar el servicio, en fin. Tantos taxistas abusadores, con excepción, hay que decirlo, de taxistas maravillosos que cumplen su labor a cabalidad. Estas son las razones que realmente vulneran los derechos de los usuarios y las mismas que los obligan a buscar otras alternativas, como Uber, que se diferencia, básicamente, por su excelente servicio al cliente y porque atienden necesidades -algunas básicas, como garantizar seguridad y rapidez- que ni el propio transporte público aún ha logrado cubrir en décadas. Por ahí el Ministerio de Transporte debería empezar a dar la pelea, por procurar que los servicios de transporte público individual y masivo de todas las ciudades sean de calidad, seguros y efectivos, como los merecemos todos los ciudadanos. O en vez de tomar partido y enardecer la pelea, podría estudiar las posibilidades de que los taxis amarillos presten ese mismo servicio. Y éstos, a su vez, podrían darse a la tarea de ver la llegada de Uber como una oportunidad, si no es para unirse, al menos para evolucionar, mejorar su trabajo y librar una sana competencia. ***Paréntesis: Con la llegada de Uber a Cali, hace unos pocos meses, la ciudad se posicionó en el mercado mundial de la tecnología y las soluciones de movilidad al nivel de Nueva York y de otras 90 ciudades del mundo. Dato que como ciudadanos debemos celebrar y el Ministerio de Transporte, tener en cuenta.