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Cuando nuestro queridísimo Jorge Iván Ospina puso sobre la mesa la posibilidad...

17 de diciembre de 2010 Por: Laura Posada

Cuando nuestro queridísimo Jorge Iván Ospina puso sobre la mesa la posibilidad de repensar la realización de la Feria de Cali para fomentar la solidaridad con los damnificados de la ola invernal, celebré su intención. Me pareció estricta. Además, muy relevante lo que económicamente representaría para quienes lo han perdido todo y para empezar a recuperar los daños materiales, imágenes que nos abruman a diario desde hace muchas semanas. Ojalá el Alcalde de nuestra ciudad quiera seguir colaborándole a esta causa repensando -también- otras tareas ‘imprescindibles’ como el hundimiento de la Avenida Colombia e, insisto, los Guardas Cívicos y la remodelación del Pascual Guerrero.***El tráfico en Cali ya no se reduce ni en esas horas que no son ‘pico’. Claro, a la época decembrina se le suman las obras que inundan la ciudad de retazos. Paciencia habremos de tener y casi que un buen libro dentro del carro, pues pronto arrancará la segunda fase de la Manzana del Saber, la demolición total de la Calle Octava, el hundimiento de la Avenida Colombia, la Plazoleta de la Caleñidad. Y sí señores, simultáneamente.***Se acabó el año y el tema de la seguridad siguió igual o peor. Miles de historias de robos, atracos, saqueadas no eran precisamente ajenas a cada uno de nosotros. Hasta el conocido de su conocido fue víctima en alguna infortunada oportunidad. Ahora, en plena época de ágapes y pachangas, cuando todos dicen tener el espíritu de la Navidad brotándoles por los poros, tenga cuidado con estos ladronzuelos y fleteros, que pululan por las esquinas y, más grave aún, amenazan cada vez más la tranquilidad de una ciudad entera. Guarde bien sus cositas.***Llevamos 17 días de diciembre, los mismos que lleva encendido ‘Naturaleza Mágica’, el alumbrado navideño que adorna (¿?) la Calle 25. Pero el proyecto, que pretendía ser una apuesta de renovación urbana y de recuperación del separador vial de esa zona, definitivamente no ha cumplido a cabalidad su cometido. Además de la inseguridad del sector, que de este tema ya ni para qué hablar, el vandalismo ha hecho de las suyas. No sólo se han robado algunas piezas y despedazado otras tantas, también es posible ver cómo los padres aplauden las maromas que sus hijos realizan sobre algunas figuras. Sigo preguntándome qué valor le damos a lo que es nuestro, pues con lo que sucede sólo ratificamos que somos ociosos por naturaleza. Así que hagan el recorrido antes de que acaben con él. ***Lo único que no aguó este invierno fue la pachanga y el foforro, pues se confirmó la realización de la Feria de Cali. Eso sí, Leobardo Amú, gerente de Corfecali, salió con una propuesta que, a mi parecer, es más un recurso ‘de consolación’ como para manifestarse con los dolientes de esta feroz tragedia: quienes ingresen a los diferentes eventos tendrán como requisito ineludible llegar con un artículo para la Cruz Roja. ¿Se imagina usted, todo emperchado y emperfumado, con una botella de aguardiente en una mano y una libra de víveres en la otra? Absurdo. Aunque resulta más preocupante aún la forma de darle importancia a una situación que no requiere de atenciones a medias sino, más bien, de medidas y sacrificios desbordados.***Paréntesis: La tierra se ha pronunciado y nos ha sometido, literalmente con el agua hasta el cuello, a que reflexionemos y fijemos nuestras prioridades. Estamos en mora de hacer conciencia y de imprimirle un esfuerzo mayor para ayudar a nuestros coterráneos. El tema no es de lamentarse, sino de meterle corazón, sensibilidad, de sentir este golpazo como propio y de despertar ese sentido de unión y colaboración -desinteresada- que tanto nos hace falta. Eso sí, que estos sentimientos sean una constante y no afloren únicamente en esta época decembrina.