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El inquisidor

Que el Procurador sea un homofóbico recalcitrante no le da aquiescencia para...

1 de noviembre de 2013 Por: Laura Posada

Que el Procurador sea un homofóbico recalcitrante no le da aquiescencia para comportarse como un inquisidor. Esa época ya pasó. Su mentalidad retrógrada no encaja en la de un país laico ni menos en la de un Estado Social de Derecho en donde todos los colombianos -absolutamente todos- podemos vivir en igualdad de condiciones. Eso no sólo lo dice la Constitución del 91, también lo dijo el mismo papa Francisco -el que se supone es su faro-, quien explicó hace poco que “Dios nos ve a todos como iguales”. Pero al traste con eso, pues la justicia divina del señor Ordóñez -¿San Ordóñez podemos llamarlo?-, permeada por supuesto de un altísimo poder político y económico, parece ser la que tiene más prevalencia. Es un absurdo que desde la Procuraduría se esté desplegando una persecución -sí, casi como una cacería de brujas- a las parejas homosexuales que buscan formalizar su relación a través del matrimonio o contrato de unión solemne, como lo quieran llamar, al fin y al cabo es la misma cosa. Eso, precisamente, es lo que tiene enfermo a San Procurador. Tanto, que lo llevó a emitir un comunicado, justo después del fallo de la Corte Constitucional hace cuatro meses, en el que ordena a los procuradores regionales vigilar las notarías y juzgados que celebran “este tipo” de ceremonias, así como enviar información detallada sobre las parejas que las solicitan. Toda una maquinaria -que quién sabe cuánto nos cuesta a la Nación- para evitar que los jueces puedan garantizar la igualdad de derechos civiles. La cruzada de Alejandro Ordóñez ha cumplido su cometido. A falta de recursos y con patadas de ahogado, optó por instaurar acción de tutela para anular matrimonios celebrados entre parejas del mismo sexo. De los casos que conozco, uno logró disolverlo, el otro no. La que deslió fue una unión de apenas 13 días de consumada, cuyo hecho no acabó, por supuesto, con la relación y convivencia que estos dos hombres llevan por mucho más de 20 años. Lo que sí generó, como era de esperarse, para gays y no gays, fue indignación. No está enfermo ni es un pervertido el homosexual, sino usted y su accionar señor Procurador. Eso sí es sospechoso. Muy grave lo que está pasando. No puede seguir persiguiendo impunemente a la población Lgtbi sin que las cortes, el Congreso, el Gobierno y la misma ciudadanía se pronuncie. La Fiscalía incluso ha dicho que el Procurador no es competente para disciplinar notarios que realicen matrimonios igualitarios. Una persona, menos de su poder, no puede imponer normas con argumentos religiosos ni exceder sus facultades bajo un esquema moralista (propio de él). Su posición es discriminatoria, además de antidemocrática, pues legitima que unas personas tienen más derechos que otras. Abusa del poder, es arbitrario y, claro parece, enemigo de la igualdad, la libertad, la pluralidad y todas esas facultades que, por el simple cargo que tiene, nos debe garantizar a todos los ciudadanos. Su inquisición se ha convertido en prioritaria, dejando de lado otras funciones verdaderamente importantes, como vigilar, investigar y sancionar los casos de corrupción en este país. Esos sí son un mal real que corroe la sociedad. Está muy loco el señor Ordóñez si cree que hay que “volver al clóset” para evitar ser blanco de uno de los máximos y más importantes organismos del Estado. Pero como la vida es justa y siempre da sus merecidos, no es descabellado pensar que uno de sus nietos, cuando nazcan (tiene tres hijas quienes, dentro del marco religioso familiar, seguramente procrearán), sea orgullosamente homosexual. Ese día veremos si le hará la vida imposible o si le cambiará, por fin, el chip.