Columnistas
La paz imposible
Los adversarios de la paz no son solo los sectores más conservadores o los grupos militares más recalcitrantes...
En los últimos setenta años Colombia ha estado en varias ocasiones a las puertas de alcanzar la paz, después de luchar por ella de manera denodada y sin vacilación, en procesos de gran resonancia, pero que, por lo general, se han frustrado. Parece como si una especie de ‘genio maligno’ o de ‘mano invisible’ nos condujera a caer de nuevo en aquello de lo que queremos escapar, como si la paz fuera para nosotros algo inaceptable. Muchos creen que se puede lograr la paz impulsando la guerra como si los medios que se eligen para lograr un objetivo fueran neutrales con respecto a su consecución, cuando ocurre todo lo contrario: los medios deben incluir de antemano el tipo de vida a la que se aspira, so pena de repetición de aquello contra lo que se combate.
Los adversarios de la paz no son solo los sectores más conservadores o los grupos militares más recalcitrantes, sino también sus impulsores e, incluso, sus primeros beneficiarios, los grupos armados ilegales. Los promotores muchas veces ‘borran con el codo lo que escriben con la mano’, hacen grandes esfuerzos para lograrla, pero dejan ‘cabos sueltos’ que permiten que la guerra se reproduzca. Los propios protagonistas se convierten en traidores de sus proyectos y los grupos armados, en muchas ocasiones, son más retrógrados en materia de paz que sus contradictores.
Vivimos atrapados en el pasado de nuestras propias violencias, como si estuviéramos abocados ineluctablemente a la eterna repetición de lo mismo, encadenados al destino de ‘querernos para odiarnos, sin principio ni final’ como dice el bolero que lleva ese nombre. La existencia de grupos armados o de amenazas terroristas se han convertido en elementos positivamente funcionales para el mantenimiento de las instituciones, y del statu quo, y para la perpetuación de la dominación de las élites tradicionales. Muchos políticos lo saben y por eso se esfuerzan en mantener el clima de guerra. La paz ha sido un proyecto imposible.
La lectura de los informes de la Comisión de la Verdad nos suministra múltiples ilustraciones relacionadas con esta tendencia al fracaso: Rojas Pinilla hizo una amnistía en 1953 que desmovilizó a 3500 hombres, pero pocos meses después, en nombre de la Guerra Fría, lanzó una ofensiva atroz contra la región de Sumapaz, que reinstaló la confrontación; el Frente Nacional logró la paz entre conservadores y liberales, pero al descuidar la rehabilitación de las zonas afectadas, dejó viva la semilla; Belisario Betancur sorprendió al país en 1982 con una insólita propuesta de paz, pero el resultado final no fue la terminación del conflicto, sino el realineamiento de los actores armados para la guerra, con el trágico desenlace del Palacio de Justicia; la Constituyente de 1991 se presentó como un nuevo ‘pacto de paz’, pero a partir de ese momento comenzó la peor etapa del conflicto contemporáneo; el proceso de paz del Caguán no fue más que una estrategia para que ambos bandos se prepararan mejor para la guerra. Y el triunfo del ‘No’ en el plebiscito de 2016 sorprendió a propios y extraños: la mitad de los ciudadanos votó en contra de la desmovilización de la guerrilla más antigua del continente.
El fundador del psicoanálisis nos ha enseñado en un notable artículo llamado Los que fracasan el triunfar, que los seres humanos sufrimos de ‘trastornos mentales’ no solo cuando vemos frustrados nuestros deseos libidinales más profundos, sino también cuando logramos el éxito, es decir, cuando se cumple una aspiración profundamente arraigada y por mucho tiempo perseguida. En nuestro caso, parece como si no pudiéramos aceptar la dicha, como “si nada fuera más difícil de soportar que una sucesión de días hermosos”, como si no supiéramos qué es disfrutar de un país tranquilo, como dice el padre Francisco de Roux. ¿Por qué nuestra gente tiene tanto pánico a vivir en paz? ¿Qué es lo que nos hace fracasar cuando triunfamos? ¿Cómo podemos escapar de un eterno ‘destino de repeticiones’ de las mismas situaciones? ¿Se pueden revivir idénticas historias con la política de Paz Total del gobierno de Gustavo Petro? Las noticias de los últimos días parecen no augurar nada bueno. Quisiera estar equivocado.
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