El pais
SUSCRÍBETE

La niña de la carreta 497766

La vi unos pocos minutos pero su rostro me quedó tan grabado...

12 de enero de 2016 Por: Mario Fernando Prado

La vi unos pocos minutos pero su rostro me quedó tan grabado que es el recuerdo más patético que tengo de la pasada Navidad.Todo sucedió la mañana del 24 antes del mediodía. Me encontraba recogiendo una ropa en la lavandería cuando pasó justo a mi lado una carretilla jalonada por un hombre de mediana edad con el torso desnudo. Pesadamente llevaba cajas y cartones haciendo un esfuerzo sobrehumano porque la mercancía era bastante voluminosa. Sin embargo y aprovechando el impulso rodaba por la Avenida Colombia cuadras antes de La Tertulia.Inicialmente me llamó la atención la montaña de cartones que arrastraba pero me detuve y me dio escalofrío cuando advertí que sobre esa basura -para llamarla de alguna manera- iba una niña de no más de ocho años llorando desconsolada. No era un llanto de regaño estoy seguro. Seguramente era de hambre o de desconsuelo o que se yo que podía estar sintiendo esa criatura acompañando a su papá o a su padrastro o a quien sabe quién.Me impresionó su gesto que me recordó la niña envuelta en un mar de lágrimas huyendo de las atrocidades de la guerra del Vietnam, célebre foto que le dio la vuelta al mundo. Pero en este caso, la niña de la carreta no estaba huyendo de nada distinto al desasosiego, a saber que ese 24 no tendría ni un hogar, ni un regalo, ni siquiera un feliz Navidad.Pude observar igualmente que las cajas sobre las que ella iba sentada eran de champaña Viuda de Clicquot, de juguetes Fisher Price al igual que de bolsas de Carulla y de PriceSmart, amén de revistas y folletos de la más lujosa factura.Mientras la carretilla se alejaba pensé en la inequidad y en las injusticias que son la semilla de lo que nos está sucediendo y en ese espíritu derrochón que nos invade, víctimas del consumismo, la gula y la carencia de conciencia social.Vino entonces lo peor: ya llegando al Obelisco un auto de alta gama fue ínfimamente golpeado por un cartón que se cayó de la carreta lo que ocasionó que su conductora se bajara y empajara al mísero hombre con expresiones como “muertodihambre”, “marihuanero” y palabrotas de grueso calibre.Acto seguido, la dama en cuestión, al volante de un Audi 5 gris plata de placas (no las digo por temor a las represalias) arrancó rauda y veloz mientras el supuesto agresor totalmente impotente recogía sus papeles y los reacomodaba de manera conmovedora.Nadie se dio por enterado de lo sucedido. Todos iban a mil porque esa noche se celebraría el nacimiento del Niño Dios y había que terminar de comprar los regalos, preparar la cena y alistarse para conmemorar tan magno acontecimiento del pagano-cristianismo.Seguramente la señora del Audi estuvo en misa esa noche y repartió regalos a diestra y siniestra. A lo mejor las cajas de Viuda y las de Fisher Price provenían de su lujoso pent house, lo que quieran ustedes, pero ese contraste y esa humillación me conmovieron infinitamente.Si, ya sé que debí interceder por el carretillero y más aún hablar con él y darle un abrazo a esa niña o un regalo o unos billeticos o lo que fuera, pero me faltó berraquera y decisión y no me lo perdono porque pasé de simple espectador a cómplice de las tantas desigualdades sociales que nos agobian día a día.Esa noche un vecino quemó un castillo de pólvora -ya célebre en el barrio- que costó $100 millones y ni esas luces ni estruendos lograron borrar de mi mente la cara de la niña de la carreta y peor aún, la certeza de mi responsabilidad de que existan situaciones como esa o peores que se repiten mientras brindamos por un año pleno de felicidad y prosperidad.

AHORA EN Columnistas

Columnistas

Oasis

Columnistas

Originalidad

Columnistas

Oasis

Simón Gaviria

Columnistas

Paz incompleta