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Un héroe desconocido

Las opiniones sobre las Fuerzas Armadas siempre han estado divididas. Para algunos,...

21 de abril de 2016 Por: Julio César Londoño

Las opiniones sobre las Fuerzas Armadas siempre han estado divididas. Para algunos, son una casta llena de privilegios, contratos billonarios con poca o ninguna auditoría, operativos turbios y estrategias fallidas; tanto, que la guerrilla les ha mamado gallo cincuenta años. Para otros, la mayoría, las FFAA son un estamento heroico y respetuoso del orden democrático, que acata sin chistar las decisiones del presidente de la república. A esta clase de militares pertenece el general Jorge Arturo Salgado, exonerado por la Fiscalía en el marco de las investigaciones del macabro capítulo de los falsos positivos. Salgado llegó a la jefatura de la Brigada XI en noviembre de 2007. La brigada ocupaba entonces el primer puesto en las estadísticas de ‘bajas enemigas en combate’, un ranquin inventado por el general del Ejército Mario Montoya Uribe, el gatillo más rápido de los tiempos de la Seguridad Democrática. “Yo lo que necesito son litros de sangre”, era la tierna proclama utilizada por Montoya para cerrar sus arengas a la tropa. Salgado reemplazó al William Hernán Peña, el coronel que ‘positivizó’ la Brigada repartiendo chumbimba a diestra y siniestra y pidiendo ‘bajas’ como quien pide pizzas. El coronel Luis Fernando Borja, comandante de la Fuerza de Tarea Conjunta de Sucre, declaró ante la Fiscalía que “el coronel Peña me llamó a que fuera a Montería y me dijo que la Brigada XI estaba de segunda en las estadísticas de bajas y que necesitaba que yo le diera dos bajas al día siguiente para quedar de primero. Yo le dije que eso tan encima era muy difícil. Sin embargo, las bajas se hicieron”. Cuando Salgado llegó a la jefatura de la Brigada notó tres cosas: que el consolidado nacional de bajas guerrilleras tenía un pico histórico altísimo ese año (2007); que muchas de estas bajas seguían un patrón: campesinos, muy humildes y sin antecedentes subversivos; y que ninguno de los pelotones de la Brigada estaba combatiendo en el Nudo de Paramillo, área de guerra, reducto de las Farc y jurisdicción de la Brigada. ¿Qué hizo entonces Salgado? Dos cosas discretas y sencillas. Les ordenó a sus hombres que todo operativo militar con fines ofensivos debía ser autorizado personalmente por él. Con esto, los sicarios de la Brigada, gente sucia pero que entiende muy bien este aséptico lenguaje, quedaron notificados de que la orgía de sangre del ranquin había terminado. Para los jefes de pelotón, el mensaje también fue claro: “Inviertan el tiempo así –les dijo Salgado- 5% para dar órdenes y 95% para controlarlas”. Y santo remedio. La Brigada XI dejó de disfrazar con camuflados cadáveres de campesinos y volvió a combatir guerrilleros reales. Epílogo. El coronel Borja confesó a la Fiscalía 57 crímenes de inocentes reportados como bajas. El coronel Peña fue llamado a concurso de ascenso a general gracias a su alto performance, pero Freddy Padilla de León, comandante de las Fuerzas Militares, vetó su ascenso. Las certeras medidas de Salgado frenaron los falsos positivos en Sucre. Del primer puesto del ‘ranquin Montoya Uribe’ en el 2007, la Brigada XI pasó al puesto 13 en el 2008. Se salvaron cientos de vidas de campesinos humildes. Los tres puntos del análisis de Salgado fueron claves para que la Fiscalía pudiera entender y desarticular la máquina criminal de los falsos positivos. Jorge Arturo Salgado es hoy comandante de la Séptima División del Ejército. A veces, algún capítulo de nuestra historia consiente un final feliz. Gracias, general.