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Un domingo para guardar

Es muy posible que el lunes seamos el hazmerreír del mundo y que los diarios digan: “Colombia, el deprimido país suramericano que le dijo No a la paz en octubre de 2016, ayer le dijo Sí a la corrupción”.

23 de agosto de 2018 Por: Julio César Londoño

Es muy posible que el lunes seamos el hazmerreír del mundo y que los diarios digan: “Colombia, el deprimido país suramericano que le dijo No a la paz en octubre de 2016, ayer le dijo Sí a la corrupción”.

Aunque ‘todo el mundo’ está a favor de la Consulta Anticorrupción, hay circunstancias que conspiran en su contra: el altísimo umbral exigido (¡doce millones de votantes!), el histórico abstencionismo (50-60%) y el trabajo incansable del ala más jurásica del Centro Democrático (Uribe, Lafaurie, Cabal, Valencia, Londoño, Macías, Gaviria, Mejía). Esta facción negacionista y obsecada repite que no-no-y-no a todo, como si aún fueran oposición; o que sí-pero-no-así (ni asá).

Alegan que la Consulta es muy costosa ($300 mil millones) y que ya el gobierno radicó en el Congreso varios proyectos de ley que contienen los puntos más importantes de la Consulta, pero la verdad es que la odian por razones viles: porque es una iniciativa de dos señoras lesbianas y un señor heterosexual pero comunista (el ojibrotao) y porque los tres lideran fuerzas opositoras al gobierno del presidente Duque. ¡Vade retro, castrochavistas! ¡Vade retro, brujas de Lesbos!

Se cuidan, claro, de no explicarle a la gente que el Congreso tumbó siete veces todos los puntos de la Consulta en los últimos tres años, que los tumbó ene veces en los últimos veinte años y los tumbará en adelante las veces que sean necesarias… salvo que haya una contundente votación el domingo.

Se cuidan de no explicarle a la gente que, realizada el 16 de julio, aprovechando el montaje de las elecciones presidenciales del 17, la Consulta habría costado solo $20.000 millones, pero el Centro Democrático la vetó alegando que favorecería al equipo formado por una de las lesbianas y otro ‘comunista’, Sergio Fajardo. De manera que el sobrecosto de $ 280 mil millones es una galantería del ahora partido de gobierno contra el bolsillo de los colombianos.

A pesar de todo, o justamente por todo esto, votaré siete veces Sí el domingo. Aquí van mis siete obvias razones: votaré Sí porque me parece muy bien que les bajen el sueldo a los senadores y altos funcionarios del Estado; porque considero elemental exigirles que publiquen sus declaraciones de renta y patrimonio; porque será muy edificante verlos purgando condenas en las cárceles, no en sus casas; porque es deprimente que los senadores envejezcan roncando en sus curules.

Porque será magnífico que la gente tenga voz y voto en la discusión del presupuesto y los proyectos públicos (por ejemplo: ¿cuántos ríos y bosques se han salvado gracias a las consultas populares contra la voracidad de las empresas mineras?); y séptimo, porque nadie en su sano juicio puede oponerse a que se aprieten las tuercas en la reglamentación y los pliegos de los contratos. Es un punto central porque “las grandes  fortunas colombianas tienen su origen en la contratación pública”, como decía don Alfonso López Michelsen, alma bendita, alma contratista, alma colombianísima y afortunada.

Sea cual sea el resultado del domingo, será un ejercicio valioso, una jornada que apunta a que tengamos una democracia más participativa, la oportunidad de enviarle un mensaje perentorio a nuestra indolente clase política; y si los astros son propicios, una orden vinculante del pueblo para que el Congreso enfrente el problema público número uno, la corrupción. O para que, en su defecto, Duque convierta en leyes, vía decretos presidenciales, los siete puntos de la Consulta.

Sigue en Twitter @JulioCLondono