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¡Que viva la guerra!

Corren vientos de paz. Son débiles pero soplan. Los voceros del Gobierno...

29 de marzo de 2012 Por: Julio César Londoño

Corren vientos de paz. Son débiles pero soplan. Los voceros del Gobierno pronuncian de tarde en tarde la bendita palabra. La guerrilla publica loables propósitos de enmienda. Los intelectuales firman cartas de apoyo a la propuesta del diálogo. Por desgracia, son más fuertes los vientos del escepticismo. Parece que nadie, con excepción de la mamá de ‘Timochenko’, cree en sus buenas intenciones. Han sido tantas las torpezas políticas de las Farc y tan viles sus actos que ya nadie les cree. Todo el mundo recuerda el triste fin de las palomas de Belisario en los 80, el asesinato de Angelino Durán, que dio al traste con las negociaciones del 92, y la decepción del Caguán, página que se cerró con doble llave en el 2002.La contraparte, ‘los buenos’, no merece mayor credibilidad. La sola enumeración de sus partes lo dice todo. El establecimiento (algún nombre hay de darle) está formado por una confusa amalgama de Gobierno, FF.AA., narcos, paracos y contratistas. Su prontuario es más surtido que el de ‘los malos’ pero su responsabilidad en el conflicto es obviamente mayor.Para demostrarlo basta recordar que somos una de las tres naciones que mejor ha distribuido la pobreza a lo largo y ancho de su territorio, y algunas cifras del campo, el escenario de la guerra.El 77% de la tierra está en manos del 13% de los propietarios, y el 3,6% de estos posee el 30% de la tierra. En los últimos 20 años, los narcotraficantes y los paramilitares se apoderaron de 6,6 millones de hectáreas de los campesinos y de tres millones de hectáreas del Estado, en complicidad con sectores de las FF.AA., y un diligente equipo de notarios y funcionarios del agro. El crecimiento del PIB rural fue de 2,8% en la última década, el analfabetismo es del 18,5% y el 85% de la población rural carece de alcantarillado. El ingreso promedio del campesino es apenas un tercio del citadino. De los 34 millones de hectáreas tituladas a comunidades indígenas y afrodescendientes, sólo tres millones son aptas para la agricultura. En el campo vive la tercera parte de la población: la mitad de este tercio vive en pobreza absoluta y el 20% en estado de indigencia. La actividad ganadera, que podría desarrollarse en 10 millones de hectáreas, ocupa veinte. ¡Con todo, el 70% de los alimentos que produce el país sale de los minifundios de los pequeños campesinos! (fuente: Instituto de Ciencias Políticas Hernán Echavarría Olózaga).Estas cifras demuestran que no toda la responsabilidad del conflicto es atribuible a las Farc.Aunque no haya muchos argumentos para discutir con los escépticos, y aunque las partes sean tan ladinas como la guerrilla y el establecimiento, creo que están dadas unas condiciones mínimas para retomar los diálogos de paz. La pérdida de la capacidad ofensiva de las Farc, y su promesa de renunciar al secuestro extorsivo, por una parte, y las leyes de víctimas y de tierras, y la recuperación de la institucionalidad por parte de este Gobierno, constituyen un buen ‘plante’ para volver sobre ese esquivo sueño. Nadie está muy seguro de que sea oportuno volver a negociar la paz ahora. Lo que sí sabemos es que la guerra sólo beneficia a cuatro o cinco guerrilleros y a los contratistas de las FF.AA., un cartel que nadie menciona y cuyos negocios son de tal tamaño que a su lado los torcidos de los Nule y de SaludCoop son un chiste.