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Pereza y metáfora

La escritura aparece hacia el 3500 antes de Cristo en Sumer.Todos los...

2 de abril de 2015 Por: Julio César Londoño

La escritura aparece hacia el 3500 antes de Cristo en Sumer.Todos los sustantivos de esta frase son discutibles, claro: la escritura no ‘aparece’ por obra y gracia del azar; el 3500 es un ‘circa’, un cansancio y una convención; Sumer está aquí por su silabario, sus célebres garabatos, como huellas de pájaro en la arena, y porque es el principio de todo, el momento inimaginable donde empieza la historia, puntualmente registrada por los pájaros sumerios; Cristo es la tapa: un tercio hombre, un tercio Dios, un tercio mito, que se apresuró a nacer, según cálculos puntillosos, cinco años antes de Cristo.Para salir del laberinto de la geografía, las fechas y la mitología, lo mejor es preguntarse tranquilamente qué es escritura. La respuesta es sencilla: la escritura es relato, como en ese relieve asirio donde se ve un semicírculo grande (la bóveda del cielo) con tres círculos pequeños adentro y arriba (tres soles) y abajo cinco barcas con cincuenta hombrecitos a bordo y en la proa de la primera barca un hombrecito más alto, un ‘texto’ que significó: “Hace tres días llegó un jefe extranjero con cinco naves y cincuenta guerreros”.Cada elemento de este ‘texto’ es una representación; el conjunto de representaciones es un relato, una relación entre representaciones. Escritura, en suma. Escritura pictográfica, para ser precisos. Luego los escribas enfrentaron dos problemas: la pereza de escribir relatos largos con esa ‘pluma’ tan lenta, y cómo nombrar sustantivos abstractos (ira, frío, amor) con dibujos figurativos. Todo fue resuelto con una especie de taquigrafía: el dibujo del faraón fue remplazado por un cetro, de la paloma solo quedó una pata, del círculo un punto. Ya una cosa podía significar otra. Había nacido la metáfora. Uranio enriquecido. Y con metáforas ya cualquiera, hasta un profesor, podía nombrar sustantivos abstractos. El cetro podía significar ‘justicia’, si el escriba era del régimen, o ‘tiranía’, si era opositor. A esta fase la llamamos escritura ideográfica.Fue un gran avance, claro, pero la escritura ideográfica tenía miles de símbolos, casi tantos como cosas y conceptos hay en el mundo, demasiados para la cabeza de un profesor. Fue entonces cuando a los sumerios se les ocurrió un cabezazo genial: desarmar los ideogramas en sílabas (ca-be-za), atribuirle a cada sílaba un signo, y con el conjunto, un silabario de una centena de signos, tuvieron un puzle de alta potencia, un sistema capaz de nombrar todos los colores, voces y nombres del mundo… e incluso los de la imaginación.Pero a los fenicios el silabario les pareció un armatoste ortopédico. Un cuento chino. Software para charlatanes tartajosos. Entonces desarmaron las sílabas, descubrieron que estaban hechas con un puñado de sonidos básicos, los fonemas, le atribuyeron a cada fonema un signo, y pusieron a punto el alfabeto, un conjunto ridículamente pequeño de signos… ¡capaz de cifrar los infinitos vocablos del lenguaje!Bien visto el proceso, la escritura es el resultado de un zoom del pensamiento sobre la realidad, una progresiva fragmentación del discurso: primero está la panorámica, la pictografía. Luego afinamos el foco e inventamos ‘palabras’ escritas: los ideogramas. Luego los sumerios fragmentan las palabras en sílabas, y los fenicios fragmentan la sílaba y descubren el átomo del lenguaje oral, un instrumento musical brevísimo, el fonema, y acuñan signos para cada fonema, las letras, el alfabeto de cada día, y dejan boquiabierto al mismísimo Dios.