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Los oficios y los días

Hay oficios que uno no quisiera realizar nunca. Por ejemplo empresario de...

24 de septiembre de 2015 Por: Julio César Londoño

Hay oficios que uno no quisiera realizar nunca. Por ejemplo empresario de pompas fúnebres, ese sujeto que debe abordar a la viuda y ofrecerle modelos de ataúdes. Mire este, señora, recamado en seda, abullonado con espuma de alta densidad e interrumpido a tramos con ventanitas finamente labradas, y preguntarle si prefiere fosa en tierra o cremación, o funeral cantado y sepultura en un vasto jardín de propiedad horizontal, donde uno puede arrumar hasta tres seres queridos.¿Desea que lo maquillemos? Serían solo $150.000 adicionales…Yo maquillé el frío rostro de mi hermano una noche. Quedó como un drag queen pobre. Es lo más macabro que se pueda imaginar. Perdóname, viejo, debimos aflojar los ciento cincuenta.Otro oficio desangelado el de esos señores que uno ve en los estadios de fútbol, de pie durante todo el partido, de espaldas al campo, mirando las tribunas, atento al no-suceso mientras a sus espaldas Messi recibe un pase fuera del área en el minuto 89, deja atrás dos, tres, cuatro rivales, enfrenta a Buateng, lo descadera con dos fintas colibriescas y la mete pegada al palo por un resquicio ínfimo y con la potencia precisa para vencer a Neuer. ¿Qué castigo purgan estos hombres? ¿Fueron Hooligans? ¿Parricidas? ¿Erraron un penal definitivo?Paradójicamente, los oficios más desdichados están relacionados con el sexo. Y no me refiero a la prostitución, trabajo antiguo, necesario y esforzado, sino al de ciertas profesiones limítrofes con el sexo.Por ejemplo masajista de hombres, un oficio en el que uno evitará ciertas zonas como si fueran focos de lepra, o masajista de mujeres, donde debes recorrer el cuerpo de Sofía Vergara, digamos, como si solo fuera un amasijo de músculos, sangre y huesos. Y las vacilaciones, claro: si Sofía suspira, o se muerde los labios, o le brinca una oreja mientras le sobas la entrepierna, ¿qué haces? ¿Cruzas la línea o pides un time, suspiras, te muerdes los labios, tomas aire y te repites que es solo un conjunto diabólico de músculos, sangre y huesos?Tampoco quisiera ser maquillador de actrices porno, un sujeto que unta aceites para que los cuerpos parezcan húmedos de sudorosa pasión, y ‘decolora’ genitales oscuros (esfínter, labios vulvares, glandes, prepucios, escrotos, pezones), los torna rosados a punta de bases y rubores a prueba de fluidos y jaleo, o afeita la pelvis para acentuar la desnudez y hacer aún más explícitas las tomas porque el porno es un género de primerísimos planos, cámara quieta y diálogos lacónicos ya que, como decía Platón, es imposible succionar y silbar al mismo tiempo.No. Yo no podría. Es demasiado para mis nervios. Pienso, con Leonardo da Vinci, que “el acto de la cópula y los miembros de los que precisa son de tal fealdad que, si no fueran acompañados de la belleza de los rostros y del ímpetu desenfrenado de la pasión, la naturaleza perdería a la especie humana”.Otro oficio incómodo es el de encuestador sexual. Consiste en abordar a un desconocido y preguntarle bestialidades con naturalidad, como quien habla del clima: Señora, disculpe, ¿usted le jala al sexo anal? ¿Privilegia la longitud sobre el calibre? ¿El calibre sobre la duración? ¿El sexo oral sobre el escrito? ¿El vibrador sobre la camándula china? ¿El azote sobre el mordisco? Considera que el sexo conyugal es: a) heroico b) aeróbico c) espasmódico d) abnegado.No. Yo no podría hacerlo. Carezco de ese desparpajo que les sobra a los periodistas. Y a los hombres bien dotados.